Su parte más íntima era el talento…nadie lo conoció
Cuando Fidel Castro asumió el poder en la Isla de Cuba tenía 33 años, la edad a la que Jesús de Nazaret fue crucificado.
En términos reales, un político en los 33 es joven e inexperto, pero, si tiene claridad en sus objetivos, esto no se convierte en una limitante.
Viene a cuento el tema, porque el Partido Revolucionario Institucional, privilegió el ascenso al poder de un grupo de novicios a los que definieron, con orgullo exultante, como el Nuevo PRI.
A diferencia de Castro (líder sobresaliente, estemos de acuerdo o no con él), la pandilla de neo priistas se dedicó a dilapidar todo el capital político con el que contaban. Vanos, optaron por la pillería, no les interesó, o nadie les informó, que podían salir a hombros por la puerta de los príncipes.
La vocación de poder debe estar marcada por el beneficio de trascender para bien en lo futuro, no por la inmediatez, dijera el maestro Leduc: sabia virtud…
La mezquina incapacidad de entender que el derecho de las mayorías, está por encima de los privilegios individuales nos tiene en jaque.
Cuando los futuros ciudadanos sean instruidos en el respeto a la diferencia, además de lo virtuoso de trabajar para las causas comunes, entonces estaremos hablando de una verdadera reforma educativa.
No es utópico, es viable, de lo contrario: la historia nos absorberá.

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