28 de Abril de 2024
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Colombia rechaza a la izquierda
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2016-10-08 - 13:47
Pues no les pudieron vender, por lo menos a la mayoría de los colombianos, la falacia de que votar por el “sí” era votar por la paz, y que votar por el “no” era votar porque continúe la guerra. No se fueron con la mañosa finta de un acuerdo que pretendía dar una serie de privilegios, prebendas y exoneración a los terroristas de izquierda de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que tantos asesinatos, secuestros y atentados con explosivos cometieron (y siguen cometiendo) a lo largo de más de 50 años.
Hasta el papa Francisco se había montado en el embuste y planeaba viajar a la tierra de García Márquez para celebrar el triunfo del “sí”; ¡lástima Margarito! Por supuesto, ya canceló ese viaje a Colombia.
Cuando el ahora presidente Juan Manuel Santos llegó por primera vez a la presidencia, arrasó en las elecciones gracias a Álvaro Uribe. Éste último en su última reelección alcanzó ¡el 70% de la votación! Los colombianos en realidad votaron por Uribe al hacerlo por Juan Manuel Santos quien había sido su ministro de defensa.
Luego empezó la traición.
Los terroristas de las FARC ya estaban totalmente derrotados militarmente. Seguían cometiendo algunas tropelías aisladas, pero su influencia como guerrilla ya había sido anulada por el Ejército de aquel país.
Entonces Juan Manuel Santos, en execrable afán de protagonismo, les volvió a dar beligerancia, a ponerlos en igualdad con sus “diálogos de paz”. Y ahí estaban, el gobierno legítimo y democrático de Colombia “dialogando” con terroristas de izquierda y que – reitero – ya no tenían nada que hacer bélicamente hablando.
Y para colmo – algo digno de la dimensión desconocida para aquel que se jacte de pensar un poquito –, como sede para realizar esos “diálogos de paz” se escoge a Cuba, país bajo una infame dictadura marxista. Fidel Castro, en los años 70s y principios de los 80s del siglo pasado (el XX), estuvo abasteciendo de armas a todas las guerrillas izquierdistas de Centro y Sudamérica, incluidas las FARC. Es decir, el régimen dictatorial del país donde se celebraron los diálogos para el “acuerdo de paz” (Raúl es lo mismo que el prepotente Fidel su hermano) es responsable directo del sufrimiento y tragedia de millones de colombianos que fueron agredidos por el terrorismo de izquierda.
Y es sorprendente cómo políticos, periodistas y hombres públicos en general, ahora llegan al grado de insultar al pueblo colombiano por haber votado “no”. O sea que para ellos la democracia sólo funciona cuando gana el partido o propuesta que ellos quieren ¿no? Algo similar ocurrió con el famoso “Brexit” en que la mayoría de los británicos votaron por salirse de la Unión Europea.
Lo cierto es que el “no” acerca a Colombia más a la verdadera paz, que no es la ausencia de conflicto sino el triunfo de la justicia, que de haber ganado el “sí”.
Los colombianos no se fueron con la finta, gracias a Dios.
De última hora: acabo de escuchar en las noticias que le fue otorgado el premio Nobel de la paz a Juan Manuel Santos. Para eso era el exacerbado afán de protagonismo de Santos.

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El vacío existencial y Hermann Hesse

Decidí la relectura de las principales obras del suizo-alemán Hermann Hesse, premio Nobel de literatura 1946, porque me parece que hoy, ya en el año 16 del siglo XXI, el mundo vuelve a estar, como en los años 30s del siglo XX, en un estado similar de hastío espiritual, de materialismo rampante lo que conduce inexorablemente a corrupción generalizada. En síntesis, el vacío que imperaba en Alemania, Europa occidental y Estados Unidos previo al surgimiento del nacionalsocialismo, y que – decía – Hesse reflejó en sus tres principales obras, “Demián”, “El lobo estepario” y “El juego de los abalorios”.
Hermann Hesse fue simpatizante del nacionalsocialismo. Terminada la segunda guerra mundial conoció a una judía y se casó con ella; se retractó y renegó de su apoyo al movimiento y partido nazi. Sin embargo esas sus tres principales obras las escribió cuando todavía era un entusiasta admirador de Hitler.
Como en los años 30s, la juventud empieza a rechazar – a veces violentamente – la vida y desarrollo de la burguesía, que les ofrece la tan endiosada y cacareada democracia y la religión anquilosada y mal entendida; una educación dirigida a hacer del individuo un fiel y colosal borrego. El hombre íntegro – y esto se aprecia principalmente en el joven por su empuje y dinamismo – fue creado para nadar contra corriente como el salmón; para enfrentar los obstáculos y adversidades y superarlos o sucumbir en el intento; para una vida de heroísmo. “Pero por mi amor y mi esperanza te lo digo: ¡no arrojes lejos de ti al héroe que hay en tu alma! ¡Santifica su más alta esperanza!”, dice Nietzsche (quien, por cierto, ejerció gran influencia en el citado Hermann Hesse).
Voy a tomar el ejemplo del tan temido Estado Islámico (EI).
Podrán romperse la cabeza psicólogos, sociólogos, antropólogos, tratando de deducir por qué jóvenes que lo tienen todo materialmente hablando, de países con alto nivel de vida como Francia, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania… dejan la comodidad de sus hogares, escuelas, sociedades, para irse a pasar penurias a Siria o Irak y entregarse por completo, en cuerpo y alma, al islamismo radical, a la guerra santa (yijad). La respuesta es más sencilla de lo que parece.
No pretendo hacer apología del terrorismo musulmán, pero el EI les ofrece a los jóvenes la opción de abandonar esa vida sin sentido, burguesa, rutinaria y vacía, y les da una razón, un ideal, una causa por la cual estar dispuestos a morir y a matar.
Reitero: como se aprecia en las tres principales obras de Hermann Hesse, el mundo hoy se encuentra en prácticamente las mismas condiciones de vacío existencial y espiritual que en los años 30s del siglo XX, previo al advenimiento del nacionalsocialismo.
Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.

raulgm42@hotmail.com

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