27 de Abril de 2024
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¿Hasta dónde llega la perversidad?
“Nunca será posible desembarazarse por completo del mal, pues siempre debe haber algo contrario al bien.” Platón
2016-04-16 - 09:09
El domingo pasado en Chinameca, un sujeto de nombre Rafael Carmona Lara, llegó al domicilio de un hombre con el que tenía no sé qué problema (para el caso no importa) con la intención de asesinarlo. Como no lo encontró, asesinó a balazos a su niño de siete años de edad… Me desgastaría al intentar utilizar todas las palabras, todos los adjetivos que ese criminal merece, pues no serían suficientes. Es por casos como este por los que siempre he estado, con sus reservas, a favor de la pena capital. Aunque en este caso – pueden llamarme cavernícola o todo lo que quieran – merecería ser ejecutado lentamente, infligiéndole el mayor sufrimiento posible, con dolor. O que por lo menos le hagan – doblemente cavernícola – lo que dicen que le hacen a los violadores y asesinos de niños en las cárceles.
Hasta el momento de escribir estas líneas el chacal sigue prófugo. Fuera de mis deseos basados en la sola emoción, ojalá que sea localizado y detenido y que pague en la cárcel conforme a la ley. Las autoridades deben concentrarse en la búsqueda del asesino para calmar a la gente de aquella zona del estado que, de manera comprensible aunque no justificable, ha incurrido en actos de vandalismo y bloqueo de vías de comunicación, y para evitar que vivales oportunistas politicen y aprovechen la tragedia para atacar más al gobernador por motivos puramente partidistas-electorales.
***
La autoprohibición de los libros

En su novela “Farenheit 451” Ray Bradbury plantea un escenario futurista y de ciencia-ficción, en el que un todopoderoso sistema de gobierno prohíbe los libros, y a aquellos que se los encuentran, como la droga hoy en día, los encarcelan y queman los volúmenes con todo y la casa, y a veces con todo y el dueño de tan “infames” objetos. Irónica o paradójicamente o las dos cosas al mismo tiempo, son los bomberos quienes se dedican a incendiar los libros, las casas y la gente. El sistema lo hace porque la lectura hace pensar, desarrolla la imaginación, y el todocaritativo gobierno quiere que los ciudadanos sean “felices” y reciban absolutamente toda la información por medio de la televisión (Bradbury escribió la novela en la década de 1940; me hubiese gustado que la escribiese ya conociendo del internet).
Pero en uno de los diálogos, el profesor Faber dice al protagonista Guy Montag que: “El público ha dejado de leer por propia iniciativa”; es decir, que la gente ya había abandonado la lectura por propia voluntad, aun antes de la prohibición.
Y cualquier semejanza con la realidad actual no es ninguna coincidencia. Dejemos aparte por el momento lo espeluznante que señalan las estadísticas en el sentido de que en promedio el mexicano no lee ni dos libros al año (y en mi opinión esas cifras están infladas porque en lo personal conozco a varios que no leen ni uno, pero no al año; ¡nunca!), la condición intelectual del pueblo en general se puede apreciar en sus pláticas, en sus gustos, en sus intereses. ¿Charlas de café sobre libros, literatura, filosofía, alta política o religión consciente?; sólo en pequeñísimos círculos tan raros como tréboles de cinco hojas, porque de éstos debemos descartar a los que se creen sabios como los pseudointelectuales de izquierda, que aunque algunos sí son comelibros no hacen más que seguir como borregos las modas que marcan los “intelectuales” encumbrados. Luego están los que únicamente se interesan por la politiquería barata; que si a fulano le dieron una plurinominal; que si el gobernador ya quitó a tal y puso a aquel otro, y si llegan a leer algún libro será de esos de lavadero político para enterarse si fulano le dio tal puesto a mengano porque es homosexual, etc.
Y, bueno, la base de la pirámide, a quienes sólo les interesa que si Alejandra Guzmán se volvió a operar las pompis, que si los Pumas por fin le ganaron al América en el Azteca, si el Chicharito volvió a anotar en Europa o cuántos despanzurrados hubo ayer en accidentes, broncas alcoholizadas, ejecuciones, etc.
Yo me congratulaba de que, al pasar por cierta librería que estaba en la avenida Úrsulo Galván que vende libros de uso, en las mesitas donde sacaban algunos volúmenes en remate, fui adquiriendo poco a poco lo básico de la literatura griega clásica de la Editorial Porrúa ¡a 10 pesos cada libro! “Mitología griega” de don Ángel María Garibay, “La Iliada” y “La Odisea” de Homero, “Las siete tragedias” de Esquilo y las de Sófocles y las 19 de Eurípides. Repito: estaba contento de haber adquirido la colección completa a ese precio.
Pero luego, meditando el asunto, hice consciencia de que si esas librerías de uso sacan esos libros a rematar en sus mesitas de afuera como si fuesen tomates medio podridos, es porque a la gente no les interesan. Simplemente esos seis volúmenes que mencioné que contienen el tesoro de lo más importante de la Grecia clásica, que estando inertes, es decir, sin leerse, cuestan los 60 pesos que pagué (y hasta es mucho), pero que si los leemos adquirimos en la cabeza una fortuna mayor que un auto último modelo de superlujo, que millones de dólares en las islas Caimán (o Panamá ahora que está de moda), y más, porque lo otro se puede perder, la cultura no.
Y eso demuestra que la tesis de Ray Bradbury se está cumpliendo: la gente está desechando los libros voluntariamente; el sistema no necesita prohibirlos. Y esto también echa abajo, de paso, el absurdo argumente que he escuchado a algunos de que no se lee por el alto precio de los libros. La gente no lee porque no quiere, y punto.

“Todo libro es un suicidio aplazado.”
Emil Cioran

Y también esto nos impele a hacernos una pregunta crucial: ¿tenemos derecho de querer sacar a las personas de su supina ignorancia? ¿A derrumbarles su “mundo feliz”? ¿De su voluntaria indolencia ante lo que sucede a su alrededor mientras no les afecte directamente?
Lo que no aprendemos los hombres es a establecernos en el llamado “punto medio socrático”. Porque nada de malo tiene que nos guste o hasta apasionarnos por un deporte; o interesarnos las peripecias de la gente famosa o de los chismes de la politiquería local, si también nos preocupamos en cultivarnos por medio de la lectura, de interesarnos por cuestiones trascendentales.
Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.
raulgm42@hotmail.com

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