04 de Mayo de 2024
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La gran tragedia universal
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2016-03-05 - 09:27
De vez en vez me doy mi tiempo para releer alguna de las obras de los tres grandes trágicos griegos: Esquilo (525- 455 a. C.), Sófocles (494- 406 a.C.) o Eurípides (485- 406 a.C.); esta vez, específicamente, “Antígona” de Sófocles.
Lo hago principalmente porque no deja de sorprenderme cómo el hombre sigue siendo el mismo, psicológicamente, después de 2,500 años. Las mismas incógnitas, los mismos sueños, las mismas pasiones, los mismos vicios, las mismas virtudes. El teatro helénico reflejó la vida social, la vida pública, política y monárquico-jerárquica, y sobre todo, psicológica, de su época; pero al mismo tiempo el genio de esos grandes poetas alcanzó a darles a sus versos destinados a la escena, la suficiente universalidad e intemporalidad para que a dos milenios y medio de distancia, sigamos encontrando situaciones análogas al tópico de alguna de las grandes tragedias de los tres inmortales dramaturgos de la Hélade.
Como decía, humanamente hablando, el ser humano sigue siendo el mismo; y siempre lo será, aunque a estas alturas haya quien crea en la hipótesis de la evolución de las especies como si se tratase de conocimiento científico. Hay quienes sorprendidos observan con angustia cómo después de miles de años de civilización se da la misma violencia, la misma avaricia, la misma corrupción. Y decir “la misma” es ser demasiado benévolo con esta nuestra época. En aquellos tiempos a que nos estamos refiriendo, en Grecia, la cuna de nuestra civilización occidental, aproximadamente 500 años antes de Cristo, y hasta tiempos no muy remotos en todo el Occidente, existía sentido del honor; hoy en día es prácticamente inexistente. Nadie sostiene su palabra en los hechos. El fariseísmo impera en prácticamente todas las religiones y sectas; demasiado preocupados por el ritual, interminables disquisiciones teológicas estériles, ¿y la caridad?, ¿y el cumplimiento de las promesas, de la palabra de hombre como suele decirse? ¿Y el mantenernos firmes en nuestras convicciones aún a costa del bienestar material, a costa de la libertad o hasta de la vida, como Antígona?...
El argumento es sencillo: los dos hermanos Eteocles y Polinice mutuamente se dieron muerte. Creón, rey de Tebas, ordena que al primero se le dé sepultura con todos los honores, y que a Polinice se le deje tirado, insepulto, para que sea presa de los perros y aves de rapiña y que quien se atreva a sepultarlo sería condenado a muerte. Antígona decide darle digna sepultura a su hermano sin importarle la amenaza de muerte. Invita a su hermana Ismene pero ésta se niega y decide acatar la “ley de la ciudad”. Antígona sola echa tierra sobre el cadáver de Polinice y realiza el ritual y libación correspondientes. Es descubierta por los centinelas y llevada al rey Creón quien es también su tío, hermano de su madre Yocasta (todo un enredo familiar como se puede ver, y más que Antígona, Ismene, Eteocles y Polinice eran, al mismo tiempo, hijos, sobrinos y nietos de Yocasta e hijos, hermanos y tíos de Edipo… ya me hice bolas, pero bueno), y trató de hacer entrar en razón a su padre, pero no lo logra. Antígona es encerrada en una cueva para que muera. Hemón va a buscarla y se suicida abrazando el cadáver de su novia. Cuando la reina se entera de la muerte de su hijo, también se suicida en el palacio. El rey Creón se arrepiente demasiado tarde de su obstinación.
Aparte de la actitud honrosa de la valiente e íntegra hija de Edipo, Sófocles nos muestra en esta, considerada por algunos la más grande tragedia del teatro griego, que existe una ley natural, establecida por Dios, intuida aún en medio del paganismo de la época y el lugar, por encima de las leyes del Estado (el rey Creón), leyes divinas a las que debemos obediencia en caso de controversia, aún a costa de perder la vida.
Cuando el prepotente Creón pregunta a Antígona si ha osado violar las leyes, ella responde: “Es que Zeus no ha hecho esas leyes, ni la Justicia que tiene su trono en medio de los dioses inmortales. Yo no creía que tus edictos valiesen más que las leyes no escritas e inmutables de los dioses, puesto que tú eres tan sólo un simple mortal. Inmutables son, no de hoy ni de ayer, y eternamente poderosas; y nadie sabe cuándo nacieron. No quiero, por miedo a las órdenes de un solo hombre, merecer el castigo divino. Ya sabía que un día debo morir – ¿cómo ignorarlo?–aun sin tu voluntad; y si muero prematuramente, ¡oh será para mí una gran fortuna…”
Dejemos que los eruditos de la ciencia jurídica se destrocen retóricamente acerca del derecho natural, pero aquí yo hago parangón entre la actitud íntegra del inmortal personaje del inmortal Sófocles con la de los primeros apóstoles cuando eran perseguidos. Cuando la guardia del Templo los detuvo por predicar en “ese nombre” (Cristo) “Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: ‘Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres’” (Hch. 5: 29).
Aquellos valerosos e íntegros miembros de la naciente Iglesia arrostraron los azotes, cárcel y hasta la muerte como en el caso de Esteban y posteriormente, según la tradición y la historia secular, los mismos Pedro y Pablo y muchos más. Antes muertos que faltar a Dios por acatar una ley injusta del Estado, representado aquí por el imperio romano y el Sanedrín.
¿Y cuál es la actitud de los hombres públicos en nuestros días, sobre todo cuando se trata de pronunciarse respecto a asuntos trascendentales como el asesinato de bebés en el vientre materno mediante el aborto inducido o la legalización del “matrimonio” de homosexuales?

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Perlas de los abortistas

Pues ya no sabía si reír o llorar, o las dos cosas al mismo tiempo, al leer la entrevista que este diario (Oye Veracruz 27/02/16) hizo a la integrante del Frente Popular de Mujeres, Constantina Sánchez Luna. Para Ripley: “El concepto de vida lo definen estándares internacionales, como se ha dicho el embrión no es una vida, entonces es parte de la mujer…” Por lo que sé, el argumento de los y las abortistas es – lo cual es falso también – que el embrión todavía no es un ser humano, pero ¿Qué no sea una vida? Y cuidado que esos “estándares internacionales” no vayan a decidir que ni yo ni la señorita Constantina somos vida ¿eh? Y todavía no entiendo la relación que pretende del tema del aborto con los feminicidios ocurridos recientemente, a menos que se refiera a que por lo menos el 50% de los abortados son niñas.
Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.

raulgm42@hotmail

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