Era sólo cuestión de tiempo para que se materializara el siguiente atentado de consideración en alguno de los países europeos o en Estados Unidos. El periodista estadounidense Patrick Buchanan escribió contundente con motivo de los atentados de Boston en 2013: “Mientras nosotros estemos allá, ellos van a venir acá.” Así es en efecto. El terrorismo musulmán en Occidente no surgió nada más porque sí, ni por diferencias que provienen desde tiempos ancestrales como los de Solimán el Magnífico versus Carlos V, como algunos asumen. El motivo es más sencillo e inmediato: tanto Estados Unidos como los países europeos se adjudican soberbiamente el papel de policía del mundo y con derecho de ir a “arreglar” las cosas a las naciones árabes.
Bombardearon e invadieron Afganistán para derrocar al gobierno de los talibanes con el pretexto de que allí se escondía Osama Bin Laden luego del atentado de las torres gemelas. Esos talibanes eran los mismos combatientes Mujaedines que Estados Unidos financió durante la presidencia de Ronald Reagan, cuando aquel país musulmán se encontraba invadido por la Unión Soviética. Incluso el actor y productor SilvesterStallonededicó a ellos su película Rambo III, filme en el que Omar Shariff hizo el papel de Osama, entonces considerado un héroe.
En 2002 bombardearon brutalmente Irak y la invadieron para derrocar a Saddam Hussein que, haya sido quien haya sido, reitero: ¿quién le otorgó el derecho o el encargo a Estados Unidos o a cualquier país de la coalición de ser los “adalides” de los pueblos e ir a “liberarlos” de los “tiranos”?
Algunos años después le tocó el turno al coronel Muamar El Gadafi, también: ahí, con toda la fuerza de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tapizaron de misiles, de bombazos toda Libia para derrocar a un líder que ya no convenía a los intereses de los gobiernos de Occidente.
Por supuesto, toda esta intromisión en los asuntos del Medio Oriente conlleva su porción de miles de muertos con un alto porcentaje de civiles masacrados, niños, mujeres, ancianos y hombres no combatientes.
El hasta ahora incontenible Estado Islámico (EI) surgió porque en su obsesión por derrocar al presidente de Siria Bashar al Assad, Arabia Saudita y Qatar (aliados de Estados Unidos) armaron hasta los dientes a los rebeldes que combatían contra el ejército sirio, hasta que perdieron el control sobre ellos y, como sucedió al doctor Frankenstein, su monstruo empezó a actuar independientemente y se extendió hasta territorio de Irak con el apoyo de sunitas antiguos partidarios de Saddam Hussein.
Mediante una efectiva propaganda vía internet a través de las redes sociales, el EI ha logrado reclutar a jóvenes musulmanes alrededor del mundo, incluyendo de los países que consideran sus principales enemigos: Inglaterra, Francia, Bélgica… Estados Unidos mismo.
Ya a raíz de los atentados de París en noviembre de 2015, las investigaciones apuntaron a Bélgica como sede de la autoría intelectual de los hechos. Días antes de lo acontecido en el aeropuerto de Bruselas, había sido detenido en esa ciudad el presunto autor intelectual de los actos terroristas de Francia, después de un cateo y tiroteo entre policías y yijadistas, y no hace falta ser muy perspicaz para enlazar los dos hechos.
Bélgica es sede de la Unión Europea; es uno de los países fundadores de la OTAN; participa en la coalición que ha lanzado bombardeos contra el EI en Siria e Irak y un país emblemático en el corazón de Europa.
Se da este nuevo atentado de consideración y ¿cuál es la respuesta de Barack Obama y de los miembros europeos de la coalición? Incrementar los bombardeos contra el EI en sus bases de operación en aquellos dos países árabes… ¡válgame! En primer lugar los bombardeos van a enardecer aún más al pueblo árabe en general y a crear a miles de potenciales yijadistas que por haber perdido hijos, hermanos, padres, etc. en esos ataques aéreos van a desear golpear en represalia a países de Occidente.
En segundo lugar, de nueve terroristas identificados en los atentados de París, ocho eran ciudadanos franceses. Y los tres de Bruselas eran (es el que está prófugo) de nacionalidad belga. Es decir, el enemigo está dentro. Los caballos de Troya del islam ya están colocados por toda Europa y, muy probablemente, en Estados Unidos.
Aparte, las células terroristas han demostrado ser independientes; es decir, no dependen de órdenes ni de financiamiento de la “central” del EI en Siria e Irak para cometer sus atentados; ellos, los líderes locales de esas células deciden cómo, cuándo y dónde aterrorizar.
No hay ningún indicio de que los países europeos ni Estados Unidos pretendan darle solución al conflicto mediante el camino más indicado: a saber, dejar de entrometerse en los asuntos de las naciones árabes y musulmanas (Irán no es árabe pero sí islámica); de dejar de sentirse los “libertadores” que pueden decidir a qué líder derrocar y a cuál apoyar en el Medio Oriente. No. Y mientras tanto, tanto en Europa como en Estados Unidos, cada vez más gente simpatiza con la “solución Trump”; es decir, agarrar parejo y expulsar a todos los musulmanes de sus respectivos países.
Combinados los asuntos de los atentados terroristas musulmanes y la crisis de los emigrantes refugiados, han resurgido alrededor de toda Europa los partidos y organizaciones llamados de “ultraderecha”, porque la población percibe que la inmigración ilegal va a acabar destruyendo a los aún prósperos (comparados con estados de África, Asia, África, Medio Oriente e Iberoamérica) países europeos. Y en Estados Unidos está Donald Trump al que nada parece parar. Todos los ataques que le lanzan le atraen más simpatía del electorado estadounidense. Y algo que podrá sorprender y que algunos medios de comunicación tienden a ocultar, es que, a pesar de que se le ha querido crear la imagen de racista, tiene el apoyo de un considerable sector de la comunidad negra y aún de grupos hispanos, incluyendo a mexicoamericanos, que son quienes más repudian a los inmigrantes ilegales mexicanos.
Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.

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