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El pinche nuevo lenguaje
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2015-12-09 - 08:28
Entre las cosas maravillosas que Veracruz y México en general tienen, al lado de los tacos de buche, picaditas, empanadas, enchiladas, chicharrones y del saqueo a las arcas estatales al estilo de los niños fieles, figura sin duda alguna, nuestra inmensa capacidad para comunicarnos casi sin hacer uso del español.
Cuando vivía el gran escritor Borges, decía de este idioma que era deplorable para la poesía por su escasez de vocablos, no más de seis mil; sin embargo, creemos que un hombre que no haya sido Borges y que tampoco hubiera querido hacer poesía, pudo pasarla bastante bien en México y Veracruz con no más de cincuenta o cien palabras.
Hace poco un amigo nos contó que tuvo que ir a un taller mecánico, de esos con altar guadalupano y poster del equipo América. Mientras parte del personal le hacían al Chicharito con un balón de estopa, dos piernas metidas en overol asomaban bajo un taxi destorlongado. Al lado, una bola de grasa rematada por una explosión de pelos, un aprendiz que no pasaba de los diez años de edad, permanecía atento a las órdenes que salían de abajo del coche.
“Órale, pinche pelón, pásame la desa…”
El pinche Pelón corrió y volvió con una llave de perico. La metió bajo el coche e, inmediatamente, la llave salió volando, arrojada con furia.
“¡No le pedí el perico, güey…! ¿Pus qué todavía no sabe distinguir? ¡La desa, pinche pelón!”
El pinche Pelón corrió y volvió con una stilson.
“¡Uta madre, pinche Pelón, usted no sabe trabajar limpio! ¿Qué cree que tengo su tiempo, güey…?
El pinche Pelón no esperó más. Corrió y volvió con una llave española. La metió bajo el coche.
“Ora sí ya va aprendiendo, güey, le dijo el mecánico”. Y en aquella masa de aceite, bajo la explosión de pelos, se dibujó entonces una sonrisa.
Pero tal ahorro de vocablos no se da solamente en los talleres mecánicos. El otro día, mi tío escuchó parte de la conversación entre dos políticos, especie humana que lleva décadas sin necesitar de los nombres propios.
-Estuve a desayunar con nuestro amigo –dijo uno de ellos.
-¿Y cómo lo ves?
-Se ve tranquilo el hombre.
-¿Tú crees…?
-Pus ya ves que el señor…
-Ojalá…
-Pa’mi que sí… Por cierto que estuvimos haciendo gratas ausencias tuyas, se ve que te estima mucho…
-No, pus jalador sí soy… Si ves a nuestro amigo, me lo saludas, no dejes de hacerlo…
Y en alguna ocasión, escuchamos llamar por teléfono a un funcionario duartista. El mensaje que dio en tal ocasión, fue breve:
-Mira, tú sabes quién te llama, ¿verdad?
-…
-No te hagas pendejo… Bueno, la cosa es que ya hablé con quien debía de hablar y dice que si sigues chingando te vamos a partir la madre y fácil…
-…
-Bueno, ya lo sabes.
Colgó entonces el teléfono y, aunque no se mencionó ningún nombre, la clave debió haber sido la adecuada porque el receptor de la llamada dejó de estar chingando, según supimos después.
En política, por lo demás, el número de palabras que se utilizan es mínimo. Igual que “nuestro amigo” o “el señor” por Juan Pérez o Paco Bermúdez, la sustitución de los nombres propios por quiénes, los o aquellos, es casi automática.
Por ejemplo el gobernador Javier Duarte nos da clases de cómo se debe hablar cuando está uno encabronado y no encuentra palabras adecuadas para desahogarse. “Me los voy a chingar” o “lo voy a chingar”, dice y no se refiere a nadie en específico. Por eso ya está preparado y listo para impartir clases en alguna universidad del mundo, ahora que deje de ser el mero chingón de Veracruz.
En materia hogareña, las sorpresas que depara el ahorro de palabras, son de tomarse en cuenta. Sucedió en el hogar de mi cuñado, la sirvienta, que hacía quién sabe qué cosa en la azotea, le gritó a la esposa de mi cuñado:“¡¡Señora, ya se desconchinfló la cosa ésta!!” La señora que estaba en la cocina, le respondió, sin dejar de menear la sopa,: “¡Muévele la desa de abajo!” La lavadora volvió a funcionar inmediatamente.
Y mucho más. ¿Es preocupante? No lo creemos.
Ya se ha vuelto un sistema de hablar que corresponde a un estilo de vivir. ¿O alguien puede dudar acerca del valor de únicamente once palabras que, enhiladas, sirven para todo y constituyen una síntesis de nuestra forma de vida?
¿Alguien podría dudar acerca del valor que tiene el decir a tiempo: “y qué no habría modo de arreglar esto en otra forma, sin mentadas de madre”?

rresumen@hotmail.com

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