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Tomás Ruiz, al relevo
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2015-04-23 - 12:03
“Si vas a ser, no se lo platiques ni a la almohada!, FGB

Hay mucho ruido en el ambiente.
Son los sonidos del silencio que entran a la percepción ciudadana producto de señales diversas que vienen del centro. Son los federales los que han volteado a Veracruz para tomar cartas en el asunto en lo financiero y también en lo político.
Y no es que apenas lo hayan descubierto en el marco de la insolvencia gubernamental.
No.
Es resultante de la crispación ciudadana. Es producto de la inmovilidad. Es consecuencia de que solo se observa que todos los cambios son para que todo siga igual, al igual que esa persistente verdad sesgada, a favor del grupo, más de lo mismo.
Acaso por ello el mensaje y el mensajero de Los Pinos.
Fue el martes 3 de marzo pasado cuando sorpresivamente Tomás Ruíz González rindió protesta como Secretario de Infraestructura y Obras Públicas, una destartalada y desacreditada oficina que arrastra un pasivo de 26 mil millones de pesos.
La instrucción al nuevo cardenal fue que pusiera en marcha un plan estatal de conservación de carreteras para un Veracruz que paradójicamente está en un bache producto de tanta rapacería de empresarios y contratistas que hicieron como que hacían, mientras el gobierno hacía como que les pagaba.
El punto, sin embargo, es otro.
Perdido en el pasado pero no olvidado regresa a la memoria el quebranto en que Javier Duarte recibe las finanzas en 2010 y donde tocaría al Secretario de Finanzas, Tomás Ruíz, un yucateco-veracruzano, enderezar el barco.
Con adeudos que no rebasaban los 22 mil millones de pesos, pero compromisos que alcanzaban una proporción igual, se transitó por el lado de bursatilización de las participaciones municipales y nuevos endeudamientos que crearon el efecto espejo del ¡Vamos a administrar la abundancia!..
No fue así.
El desorden en la ministración de los recursos y el ¡fírmale que ya después veremos! obligó al desmarque de Tomás Ruíz, prestigiado administrador financiero de talla internacional, artífice del SAT y autor, en parte, de la salvación de Banobras.
Tomás Ruiz no aceptó trato alguno que pudiera a futuro traerle cola y un buen día, el 23 de marzo de 2013, botó la chamba y se largó a México.
Era el año de las elecciones locales intermedias, en las que el duartismo buscaba recomponerse políticamente después de su derrota en los comicios presidenciales del año anterior, cuando Enrique Peña Nieto fue vencido en Veracruz por el PAN, el de Miguel Ángel Yunes Linares.
El régimen estaba necesitado de una victoria electoral para acreditarse con el presidente Peña Nieto y mostrar fortaleza y que mejor que el arca abierta para pecar.
Pero Tomás no quiso. No cargaría con una imputación legal que terminara con su carrera y que incluso –tal como lo señaló en su momento el agudo columnista Aurelio Contreras- pudiera trasponer las rejas.
Y no es que careciera de cola que le pisaran, sino precisamente por eso es que derrama el vaso. Ese avión presuntamente alquilado con recursos públicos que le permitía cada fin de semana ir a Los Ángeles a ver a su amada y esa casita de 1.5 millones de dólares en exclusivo fraccionamiento de Alvarado y sus patoaventuras en los antros de Veracruz.
El punto es que tras la decisión de Tomás se suscitan, como es del dominio público, temas incendiarios como el de la maleta de Vicente Benítez; lo de Tonicho, Salvador Manzur y la billetiza y despensas de Sedesol, posteriormente encadenadas las exigencias de devolución del billete de parte de la Auditoria Superior de la Federación signadas en las cuentas públicas 2012, 2013 y ya viene 2014.
Son tantos los miles de millones que ya mismo es imposible precisar lo que está por encima del dato oficial de los 42 mil millones de pesos de deuda pública al corte de noviembre del 2014.
Y lo último.
Esa persistente versión de que ya están encima de los responsables con 23 órdenes de aprehensión a funcionarios públicos y candidatos a diputados para echarles el guante.
Hay mucho ruido en el ambiente.
Mientras Tomás Ruíz desde SIOP solo observa, sobre todo luego de la admonición del senador José Francisco Yunes Zorrilla de que algo “muy fuerte” está por venir.
Anteayer en Antón Lizardo de nueva cuenta el presidente Enrique Peña Nieto se presentó en Veracruz de muy mal humor. Las imágenes no necesitan descripción. Está molesto con Javier Duarte. No lo oculta aun cuando no trasluce mensaje verbal alguno, solo el corporal.
En paralelo las apariciones del mandatario estatal, las públicas, que cada vez están más espaciadas. Seguramente ha de ser por la temporada electoral, la propia veda, pero todo da lugar a una lectura que llama la atención, que preocupa.
Javier Duarte, nos guste o no, es quien encabeza las instituciones. Es quien representa al pueblo veracruzano. Es el primer mandatario hoy con un problema, serio problema de gobernabilidad. Gobierna una entidad en donde se empezaron a desatar las amarras y las interlocuciones.
Lo de Televisa y el repetido cuestionamiento nacional a través del canal de las estrellas y del poderoso diario El Universal, por el asunto que fuera, son mensajes.
Estamos hablando de señales que envía el poder central o será caso que se acabó la talega para seguir maiceando a los elefantes de México.
Estamos a 45 días de la jornada electoral, luego se espera el diluvio. Tomás Ruiz solo observa: ¡qué caramba meterse en el túnel de Coatzacolacos si ya está en el túnel del tiempo!.. Veremos.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo
Los contenidos, estructura y redacción de las columnas se publican tal cual nos las hacen llegar sus autores.

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