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Violencia electoral en puerta
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2015-03-12 - 10:23
Están por arrancar las campañas políticas en pos de las diputaciones federales que habrán de definir la tendencia electoral para la renovación gubernamental del 2016 y el fantasma de la violencia y el crimen en los 21 distritos electorales aguarda tiempos.
Es la lucha por el poder en donde papel importante juega la delincuencia, en donde los entes caciquiles van por la revancha y donde los propios contendientes habrán de trenzarse utilizando todas sus armas, violencia y crimen incluidos.
Los atentados en contra de los candidatos a diferentes puestos políticos durante estas campañas electorales no son un mito. Más ahora que de manera localizada se han detectado aspirantes con fuertes vínculos con las mafias de poder.
Ese es el tamaño del riesgo de hacer política aquí. Por ello no acusemos sorpresa de violencia electoral. Tampoco que uno se pregunte ¿Cuántos habrán de llegar por una votación limpia y cuántos por el crimen organizado?
La línea que separa a los políticos, criminales y policías es muy delgada.
Ya el mismo consejero electoral Jacobo Domínguez Gudini alerta que las de la primera semana de junio se registrarán las elecciones más sucias de la historia.
Y esto de la violencia y muerte no es nuevo ni en Veracruz ni en el resto de la república. Regresemos en la memoria para recordar a Nicolás Estrada Merino, presidente del Consejo Estatal del PRD en Oaxaca, quien fue balaceado en el último proceso electoral; el atentado contra Rosalía Palma, candidata a diputada del PRI en el mismo estado; el del candidato del PRI, Jaime Orozco; el de José Antonio Loaiza Zamora, hijo del ex presidente municipal priísta de San Ignacio, Antonio Loaiza Delgado, quien actualmente funge como coordinador de campaña del abanderado de la alianza PRI-Verde-Panal, a la misma alcaldía, Amado Loaiza Perales.
Evoquemos el asesinato de Rodolfo Torre Cantú, quien era en 2010 el favorito a convertirse en gobernador de Tamaulipas. Las encuestas le daban al candidato del PRI el 65% de los votos pero una semana antes de las elecciones fue asesinado hace tres años.
Así como la muerte de Ricardo Guzmán Romero, quien era alcalde de La Piedad, en Michoacán, cuando lo balacearon en noviembre de 2011 mientras repartía propaganda del PAN.
Y el atentado en contra de Luis Donaldo Colosio quien fue asesinado en Tijuana cuando hacía campaña para ser presidente. En esa época ser candidato del PRI garantizaba la presidencia. Más que una elección era una sucesión encubierta. La muerte de Colosio es el crimen político por antonomasia en México, nunca resuelto.
Todo ello está lejos de ser una práctica extinta y en Veracruz hay un caldo de cultivo similar.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo


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