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Dos varas
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2015-06-02 - 09:18
“Periodismo es publicar algo que alguien no quiere que se publique” (George Orwell).

A todos parece divertirnos lo privado cuando se hace público. Qué gran placer este de reírnos o indignarnos (real o aparentemente) de lo que se dice en tal conversación, del lenguaje de los interlocutores, del tremendo cinismo (entre más, mejor), de la insólita revelación.
Esto de disponer de tema para el café, gracias a los grabadores y espías clandestinos, es una gran ventaja. Las pláticas son menos áridas y uno puede pasarse muy buen rato disfrutando de la sana plática del canibalismo verbal.
Si tanta gratitud sentimos por los espías ¿por qué no quitamos de la Constitución eso de que grabar sin mandato judicial es delito?
Así expresaríamos de manera aún más abierta nuestro reconocimiento a sus autores intelectuales y materiales y los liberaríamos de las normas que injustamente los oprimen y les dificultan sus heroicas maniobras.
El Pacto por México podría darnos una satisfacción póstuma agregando esta reforma a las ya hechas. De paso, podríamos aprovechar el proceso legislativo para ir más allá de autorizar interesantes grabaciones.
Poe ejemplo, se podría dar carta abierta a los espías profesionales al servicio del gobierno, de los partidos políticos, o de cualquier organización o grupo, a introducirse en los domicilios particulares y hurgar en muebles y cajones, escritorios y burós y extraer de allí cartas, pagarés, estados de cuenta y correos electrónicos, así como SMD, Whats App.
Si la publicación de poca privacidad nos divierte tanto, la difusión de mucha nos hará felices.
La vida sería una fiesta continua.
Mientras más conocido sea el personaje, mejor.
Pasaríamos la vida riéndonos, jolgorio sobre vasto territorio.
Todos los candidatos y servidores públicos, ministros, gobernadores, diputados, senadores, alcaldes y cualquier persona pública llevarían al extremo sus precauciones.
Por ejemplo, la o el funcionario que quiera decir, en la intimidad de su casa y a manera de desahogo personalísimo: “ya estoy hasta la madre de la gente que atender”, dirá: “me parece que me estoy acercando a un nivel de intolerancia inversamente proporcional a mi inicial voluntad de escucharlos a todos”.
Si, mejor legalizar el espionaje, lo que nos llevaría a niveles inéditos de dicha.
La cima de tal experiencia se alcanzaría cuando nos tocara a nosotros, a usted, o a mí, ser el éxito del momento.
¿Se imaginaría la satisfacción de estar en todas las redes sociales, en todos los medios, hablando de que no nos alcanza para el coche o casa que quisiéramos o tratando de convencer a un hijo de que por favor nos haga caso?
Todo mundo podría llegar a la conclusión de su gusto, algo así como: “es evidente que tal funcionario, a pesar de ser el responsable del desarrollo social, tiene serios problemas psicológicos al aspirar a un auto que lo rebasa”. O: ¿cómo quiere tal gobernador conducir el estado si su hijo no le hace caso?
Viva pues, el espionaje, la intromisión a la vida privada, el derrumbamiento del derecho a ser.
Que los espías no se escondan más, que se paseen por las calles como las estrellas que son. Que abandonen la clandestinidad, que vean la luz, pobrecillos. Ha de ser terrible vivir oculto, sabiéndose perseguido por una justicia que siempre termina por atraparlos.
Porque, eso sí, de acuerdo con los términos de la actual ley, nadie queda impune.
Acabemos con la vida privada. Ya está.
La verdadera fiesta está por comenzar.
La sabiduría consiste en descubrir la verdad oculta en las apariencias de la existencia.
La verdad se esconde tras la máscara de la apariencia, esto decía un filósofo alemán el siglo pasado.
Como lo he contado en este espacio estoy de acuerdo. Da asco. Desde los spots, los discursos, los lemas, y sobre todo las campañas sucias de este proceso electoral, todo esto nos da muchos incentivos por no votar este 7 de junio. Pero si como resultado del mal comportamiento de los candidatos, de los partidos políticos, y de las autoridades electorales, se incrementa dramáticamente el abstencionismo, entonces, como en las películas de la “Guerra de las Galaxias”, el lado obscuro prevalecerá.
Tal vez usar como metáfora una película para descubrir la tragedia del abstencionismo electoral es frívolo. Pero parecería que describir cómo generaciones de mexicanos lucharon por un voto democrático, o cómo en otras partes del mundo siguen muriendo personas buscando el derecho a votar, parecería que no va a ser suficiente para convencer a muchos de ustedes que salgan a votar.
Según el catedrático de la Universidad de Harvard, Jorge I. Domínguez, una definición de democracia sería: “Un sistema político requiere de una amplia participación y contiendas electorales diáfanas y libres, para seleccionar a quienes nos gobiernen”.
El voto es la única arma que tiene el ciudadano para promover el cambio pacífico.
Y ante la barbarie de la violencia en el país, la corrupción sistemática de los gobernantes y la irresponsabilidad de los partidos políticos, no votar es permitir que continúe el statu quo. Tal vez permitiría que las cosas empeoraran.
Por eso, no hay que desperdiciar 37 mil millones de pesos que fueron asignados para estas elecciones.
Pero lo importante es que decidan antes de acudir a las urnas, por qué candidato o por qué partido van a votar.
Tal vez sientan que la única opción, es votar por el menos malo. Eso también se vale.
Pero lo que no debemos ni podemos permitir es no salir a votar. Por favor. Tanta irresponsabilidad no es posible.
Y no olvidemos que los temas de mayor interés entre los electores son: la economía, la educación, la corrupción, la inseguridad y la transparencia.
Según Parametría de acuerdo a las mediciones, el PRI, con su alianza con el PUEM, está en posibilidad de ganar la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, aunque vaticinó elecciones sumamente cerradas.

Los contenidos, estructura y redacción de las columnas se publican tal cual nos las hacen llegar sus autores.

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