27 de Abril de 2024
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Con solidaridad y respecto a Juan Antonio Nemi Dib
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2015-05-07 - 08:47
Al comienzo de nuestro libro This Changes Everything: Capitalism us the climate. Naomi Klein reconoce que durante muchísimo tiempo, vivió en negación del cambio climático. Se decía a si misma que el tema era científicamente muy complicado y se tranquilizaba pensando que los ecologistas ya se estaban haciendo cargo del problema.
Leer This Changes Everything ha sido para mí un verdadero abre-ojos. Como ella y como tantos otros llevo años eludiendo el tema.
Verlo resulta tan amenazante, en tantos y tantos sentidos, que es mucho más cómoda mira de reojo y, de inmediato, voltear hacia otro lado.
Los datos que incluyen el libro sobre lo que le estamos haciendo al planeta son escalofriantes. Entre otros: crecimiento aceleradísimo de la emisiones de bióxido de carbono en particular desde que empezó a hablarse y a “acordarse” a nivel internacional su reducción progresiva; deshielo de los polos y acidificación de los océanos, igualmente acelerados; y reservas de petróleo, carbón y gas ya contabilizadas hoy en los libros de las empresas petroleras que, de quemarse, exceden en 5 veces lo que es capaz de absorber la atmósfera de la tierra.
La fuerza del texto de Klein, sin embargo tiene, sobre todo que ver con la narrativa que hilvana y le da sentido a esos datos: Una historia detallada de cómo un conjunto de intereses concentrados (los de la industria petrolera, en particular) y una terca ceguera colectiva (producto de nuestra adicción al crecimiento basado en la quema de energéticos fósiles) nos han embarcado a todos en una carrera desenfrenada en contra de nuestra casa compartida.
A lo anterior, Naomi Klein añade como ingredientes centralísimos un intenso sentido de urgencia y un horizonte de esperanza. Haber pospuesto durante al menos, dos décadas el hacernos cargo del problema, ha reducido drásticamente nuestro menú de opciones. Todavía, sin embargo, estamos a tiempo de lograr que la Tierra siga siendo habitable y de conseguir en el camino, transitar hacia un mundo menos salvaje, más justo, incluyente y generoso, La razón es dura y simple: con tanta posposición, cancelamos las soluciones gradualistas. La única opción que hoy nos queda es una transformación sistemática de fondo. Una transformación, en suma, que modifique de raíz la organización capitalista de la economía del mundo y que nos permita, justo para salvar al planeta, recuperar y ampliar el ámbito de lo común, de lo público y lo compartido en beneficio de todos.
This Changes Everything es un libro para leer ya. Un libro para salir del letargo tóxico que nos tiene atrapados en ese “único mundo posible” que nos está llevando derechito a la destrucción de la Tierra. Un libro para combatir la ceguera voraz e irresponsable y también el miedo y la impotencia generadas por la erraizadísima idea según la cual nuestro único horizonte posible es seguir produciendo y consumiendo más y más, hasta el infinito.
En otro tema decíamos la semana pasada que el fenómeno de la corrupción se encuentra en la superficie de la piel mexicana y es el que más irritación causa. Una vez aprobado en el Congreso el sistema anticorrupción, es necesario que ocurra lo mismo con al menos 17 legislaturas locales para que los cambios constitucionales entren en vigor. Cuando eso ocurra, el poder de los gobernadores empezará a decaer, conforme se empieza a vigilar como gastan. Para que el sistema funcione, sin embargo, se requiere que la Auditoría Superior de la Federación tenga mucho más recursos (financieros, técnicos, humanos) que los Tribunales de la Cuenta Pública se creen, y que la Fiscalía de la Nación, y la adjunta en materia de corrupción, se haga realidad.
Es decir, es apenas el inicio de un proceso que puede llevarnos varios años. Por eso precisamente, quienes aprobaron este sistema establecieron que los delitos prescriban a los siete años. Tienen la esperanza de que la ley se aplique sobre los bueyes de su compadre, y no sobre ellos mismos.
Muchas personas, por eso mismo, creen que se trata de otro engaño más de la clase política.
Me parece que no es engaño, pero tampoco fue un suicidio, y está bien así. Sin duda sería mejor que pudiéramos castigar los 100 años de corrupción del viejo régimen, empezando por la mayoría de los presidentes, sus gabinetes, los gobernadores, legisladores, jueces, burócratas y policías. Pero no se va a poder. Lo que sí se puede hacer es que sea cada vez más difícil el erario o usar información privilegiada, o mantener lazos clientelares. Jamás desaparecerán por completo, pero claro que pueden reducirse, y la ley aprobada es una herramienta útil para ello. Será un trabajo de varios años, tal vez más de una década, pero ya decidimos enfrentar la corrupción con seriedad.
Ahora hay que entrarle a otro tema que tenemos pendiente, la justicia.
México es un país en el que se habla mucho de lo que hay muy poco: justicia.
Uno de los temas centrales es la llamada justicia ordinaria, que por los resultados se convierte en injusticia o justicia extraordinaria.
El Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), ratificó que la justicia sigue siendo una añoranza, al decir que está fuera de alcance de la mayoría, rezagada, olvidada y en muchos casos retrasada; que suele ser excluyente, lenta, compleja y costosa.
Tenemos apenas una cuarta parte de los jueces que necesitamos. En esas condiciones, no se puede hablar de justicia expedita.
A esa escasez de jueces hay que sumar los alambicados procedimientos que heredamos.
El Poder Judicial en México requiere una profunda limpia: Tenemos ahí los mismos vicios que el resto de nuestra sociedad, como no podía ser diferente.
No hay opacidad, sino plena oscuridad; hay corrupción; hay familias que han controlado los tribunales estatales por décadas; y hay ineficiencia y lenidad.
No tengo nada que agregar a ese devastador diagnóstico que solo viene a confirmar el gran pendiente del Estado mexicano sin acceso a la justicia.
Pero hay algo que hacer pronto: porque como dijo Sergio López Aylón, director del CIDE: “La agenda de justicia es la agenda de la confianza”.
Está hoy en el centro del debate público, y de permanecer ahí. La discusión sobre la necesidad de fortalecer el estado de derecho debe ser más concreta, más específica y terrenal: no se agota en la aplicación de la ley, y pasa por lograr que las personas confíen en la manera que trabajan sus instituciones.

Los contenidos, estructura y redacción de las columnas se publican tal cual nos las hacen llegar sus autores.

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