El partido de la Revolución Democrática fue ‘parido’ por el bloque oposicionista que se conformó durante el proceso electoral presidencial de 1988, todos los partidos, sindicatos, asociaciones civiles, grupúsculos, ciudadanos, etc., que apoyaron la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, decidieron formalizar el embrollo ideológico-programático surgido al calor de la elección.
Aunque en términos electorales el experimento fue bueno (aun con todo y Bartlett), la constitución del partido no se dio entre pares ideológicos, sino, entre grupos que tenían como objetivo el combatir las políticas neoliberales dictadas por el FMI, tarea plausible.
Así las cosas, el revoltijo incluyó, principalmente, a integrantes históricos del partido Comunista, del Mexicano de los Trabajadores, del Socialista de los Trabajadores, del Auténtico de la Revolución Mexicana, del Popular Socialista, del Socialista Unificado de México, del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional y del Revolucionario Institucional, estos últimos han sido la facción protagónica.
En este sentido, la agenda que dominó los mejores años del Sol Azteca fue la del tricolor con su nacionalismo revolucionario, corriente de pensamiento que tiene cuestiones rescatables, pero que, con la pena, no puede ser considerada como un ideario que, por sí mismo, defina a una organización de izquierda, hace falta mucho más.
Este fue el hilo conductor que caracterizó la efímera vida del PRD: aceptar a todos los cuadros que se asumieran contrarios a los tecnócratas, circunstancia que puede redituar en términos de votos, pero que a la larga erosiona las estructuras internas de un partido por la falta de una visión ideológica dominante que cohesione el interés colectivo.
Así pues las ‘tigresas’, los ‘Juanitos’, los ‘Abarca’, los ‘juniors’, los ‘mesías’, los ‘Mancera’, los ‘Barbosa’, los ‘Bejarano’, los ‘Chuchos’, los ‘Marcelos’ y demás fauna política, que sólo han buscado sacar raja para sus particulares causas, fueron cavando la tumba del hoy moribundo instituto.
Lo único rescatable de todo esto, es que surge la oportunidad de fundar un verdadero partido de izquierda en México, que antes que buscar el poder oficial, se encargue de obtener una fuerte raigambre ética…no moralina.

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