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Protejamos al Estado
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2015-07-21 - 08:30
Mover, aunque sea un milímetro la trayectoria de un barco grande no es fácil.
Vencer el peso monumental de la inercia cuesta mucho. Pesa el pasado con frecuencia, en exceso. Si lo consigues, al cabo del tiempo, el punto de destino puede llegar a ser radicalmente distinto al que estaba inscrito en el origen.
Intentar alterar trayectorias de vida es un poco como girar la dirección inercial de un transatlántico. Lograrlo requiere una inversión de energía enorme, pero si lo logras, se abren posibilidades y horizontes insospechados.
El excelente trabajo de Gerardo Esquivel sobre desigualdad extrema en México ha desatado un debate pendiente y urgente.
El objetivo central de las reformas económicas en curso debe ser la reducción de la inequidad. Mayor crecimiento, productividad, competitividad y más generación de capital, no pueden seguir ahondando la división entre unos pocos que tienen mucho (muchísimo) y la mayoría que vive en condiciones de atraso y pobreza.
Este debate no es nuevo ni exclusivo de México.
El último reporte de la OCDE sobre empleo, emitido la pasada semana, destaca justamente que carecemos claramente de una política distributiva eficaz, acompañada de una economía abierta, competitiva y en crecimiento; somos el país con el menor gasto en programas sociales de activación laboral.
Necesitamos impulsar jóvenes cuyo objetivo central, es que sean brillantes y extraordinariamente inquisitivos, que trabajen duro y se exijan y nos exijan incansablemente buenos resultados con unas ganas inagotables de aprender, de experimentar y de cambiar a nuestro país y al mundo.
Élites diversas en su origen social y geográfico, basadas única y exclusivamente en el mérito, el talento y el esfuerzo.
Élites que se ganen su lugar, que sepan convivir en la diversidad, que estén abiertas al mundo, y, al mismo tiempo, profundamente comprometidas con lograr un México más incluyente y más justo.
Aquí le he comentado que con frecuencia demandamos que el Estado nos proteja a todos.
En este espacio hemos reproducido la frase de Juan Jacobo Rousseau, en el sentido de que el Estado “debe proteger a cada uno con la fuerza de todos”.
Para algo cuenta con la suma de nuestros impuestos y con el monopolio de la legítima violencia.
Para algo periódicamente organizamos votaciones y decidimos quiénes deben gobernarnos.
Para algo le cedemos gran parte nuestro poder ciudadano, le reconocemos autoridad y nos sometemos a sus disposiciones.
¿Quién es el Estado? Todos, porque está constituido por el gobierno, las instituciones, la población, el territorio.
Pero como fuerza unificadora de la voluntad popular, el Estado está representado por el gobierno y las instituciones públicas.
Es a ese Estado al que solemos exigirle que nos brinde seguridad y orden.
De lo demás, se asume, nos hacemos cargo nosotros.
Pero que el Estado actúe con eficacia, entre otros ámbitos comunes, en materia de seguridad y justicia.
Eso exigimos todos.
Pero, visto bien, es mucho pedir.
Porque el Estado mexicano no es capaz de protegerse a sí mismo.
En los cinco años recientes, por ejemplo, la instalación y extracción clandestina de hidrocarburos ha sido creciente. En ese periodo, la delincuencia organizada le ha robado a Pemex (y por lo tanto a todos) alrededor de 48 mil millones de pesos.
No ha sido algo circunstancial o que apareció de pronto, en 2014 se detectaron 3 mil 674 tomas clandestinas, y sólo en los primeros seis meses de 2015, 2 mil 593.
Está claro: el Estado no ha podido evitar que saqueen a su emblemática empresa paraestatal.
Tan incapaz ha sido de impedir este saqueo, que Pemex decidió transportar por ducto productos no terminados y que la mezcla final se lleve a cabo en las terminales de almacenamiento.
Una forma de claudicación.
Hace más de un mes, el diario Reforma publicó que, de acuerdo con un estudio de la Cámara Americana de Comercio y el Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC), la delincuencia dedicada a la piratería comercializó en 2014 un monto de 43 mil millones de pesos, lo que, entre otros perjuicios implica escamotearle al fisco alrededor de 6 mil millones de pesos por concepto de IVA.
Durante años, y más acentuadamente en los últimos meses, la CNTE ha invadido, destruido, incendiado y bloqueado oficinas y caminos públicos, ha rapado a maestros que no se someten a sus designios, se ha opuesto a la reforma educativa en tres entidades y su dirigencia ha cobrado puntualmente desproporcionados salarios.
Y, ya se sabe, Joaquín Guzmán Loera escapó de la prisión de alta seguridad más sofisticada del país.
No sólo hemos recorrido las páginas de la vergüenza y la humillación en las planas internacionales los últimos días, ahora incluso un video asiático hace mofa de los servicios y las facilidades de que gozaba el célebre capo al interior del penal.
The Wall Street Journal describe al presidente Peña Nieto más como una distante y desentendida “estrella de rock”, que un jefe de Estado.
En México se han fugado más de mil internos en los últimos seis años, un dato aplastante que exhibe burdamente la deficiencia de los centros penitenciarios del país.
Resulta claro que el Estado no puede protegernos porque no puede protegerse a sí mismo.
Puesto que nuestro clamor no puede ser atendido, pensemos en lo opuesto y, los papeles ya invertidos, veamos cómo logramos entre todos proteger al Estado.
A ver cómo le hacemos.


Los contenidos, estructura y redacción de las columnas se publican tal cual nos las hacen llegar sus autores.

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