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Equidad social y simulación
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2015-07-08 - 10:02
Si una sociedad premia el abuso y reconoce al tramposo como el astuto, el sagaz, el deslumbrante pícaro, tendrá que convivir con el abuso y el fraude.
Si una sociedad admira al corrupto y se le rinde, así sea veladamente, promoverá la corrupción y por más que se queje de ella seguirá impulsándola.
Si una familia se regocija porque el pequeño ya habla con vulgar aplomo y utiliza las palabras altisonantes que el padre distribuye con soltura incluso en su propia casa, deberá resignarse a ese lenguaje.
Si una sociedad permite que unos pisoteen los derechos de otros, generará confusión y desaliento y entregará el mando a la injusticia.
Si una sociedad baja los niveles de exigencia educativa, regala el paso de grado a grado y abarata los títulos profesionales, vivirá en la mediocridad.
Si una escuela premia la impuntualidad, el incumplimiento de tareas, el desacato a las normas, entregará a la sociedad egresados sin disciplina y creyentes de merecerlo todo.
Si una sociedad aplaude y reverencia la riqueza mal habida, sus niños, niñas y adolescentes aprenderán que el poder y la gloria de la fortuna son tales que no importan los medios que se utilicen para conseguirla.
Si una sociedad coloca el verbo tener por encima de saber, hacer, amar, ayudar, trabajar, enseñar vivirá en la amargura de la competencia entre sus miembros por tener más a cualquier precio y padecerá la frustración que ello produce.
Si una sociedad recompensa con impunidad al ladrón, al asesino, al secuestrador, al traficante, vivirá en medio del dolor y de violencia.
Si una sociedad se deja impresionar ´por el que viola las normas y de esa manera escala posiciones, estará condenada al endiosamiento de la trampa como vía de ascenso y al desprestigio del mérito como ruta a la superación.
Si una sociedad admira, así sea soterradamente, la capacidad de algunos para evadir las leyes, estará alentando la transgresión.
Si una sociedad ve en el criminal a una especie de héroe y modelo, protagonista de películas, series y telenovelas, estará incitando a sus niños y adolescentes a la fatal ilusión de un camino destructivo.
Si un medio de comunicación exalta la violencia, el engaño, el fraude, será corresponsable, aunque no lo reconozca, de los hechos delictivos que luego transmitirá en sus noticiarios como si nada tuviera que ver en ellos.
Si un cronista deportivo halaga al jugador que simuló una falta, al que engañó al árbitro, al que golpeó sin ser visto, revistiendo el ardid de picardía, inteligencia o experiencia, estará sembrando la semilla errónea en los niños que lo ven y lo escuchan.
Si una sociedad ve con respeto al funcionario deshonesto y al delincuente de cuello blanco, y se asombra gustosa ante su poder y astucia, estará sugiriendo pautas de conducta para los siguientes funcionarios.
Cada sociedad es lo que premia.
Las mejores sociedades son aquellas que premian el esfuerzo, el talento, el trabajo, la disciplina, la solidaridad, la equidad, la justicia, la legalidad, la creatividad.
Las mejores sociedades son las que castigan el abuso, el delito, la corrupción, la discriminación, la injusticia.
Las mejores sociedades son las que elevan el nivel de exigencia educativo, las que reconocen y retribuyen el mérito, las que impulsan la generación honesta de riqueza.
Las mejores sociedades son las que promueven la equidad social, multiplican las oportunidades para todos y alientan la solidaridad y la tolerancia.
Desde hace semanas he venido insistiendo que si se quiere saber cómo es una sociedad y cuál es su horizonte, basta con ver lo que premia.
Lo que premia la generación actual será lo que caracterice a la siguiente.
En otro tema de acuerdo a los datos de un estudio elaborado por Gerardo Esquivel, la concentración de la riqueza en México es una de las más altas del mundo. Si bien vivimos las realidades de un país, salvajemente desigual todos los días, las cifras aportadas por el estudio sobre esa desigualdad no dejan de ser impactantes.
Las principales contribuciones del trabajo de Esquivel son dos: La primera consiste en ofrecer nuevas estimaciones sobre el porcentaje del ingreso nacional correspondiente al 10% de mayores ingresos.
La segunda tiene que ver con generar la primera estimación sobre el porcentaje de ingresos del país correspondiente al 1 por ciento de los más ricos de los mexicanos. Osea, el 1 por ciento más rico concentra una quinta parte del ingreso total de los mexicanos.
La cifra es bastante fuerte, pero lo es aún más cuando la comparamos con la situación de otros países con los que se compara a México en este trabajo, a ese respecto.
El estudio de Esquivel también incluye datos sobre la situación y evolución de los millonarios y multimillonarios en México.
En suma, concentración extrema del ingreso y la riqueza, y aumento de dicha concentración desde mediados de los 90´s y muy especialmente durante la primera década de este siglo. No es nueva nuestra desigualdad extrema.
Una de las preguntas centrales con las que me dejaron estos datos es su coincidencia con nuestro tránsito a la pluralidad y la competencia electoral efectiva. De la democracia cabría esperar una mayor voz y una mayor influencia de las mayorías.
Si estas, como en nuestro caso, son en su mayoría personas en situación de pobreza, sería plausible suponer que estas exigirían a cambio de su voto políticas que les permitieran acceder a una mayor porción de la riqueza nacional. Aquí no sólo pasó eso, sino que pasó lo contrario.
¿Por qué?

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