Se dice galán.
La neta es que cuando se ve al espejo se cree irresistible.
El espejito, espejito le dice:
“¡Lalito –porque así le dice su mamá– qué guapo eres!”. Joven, alto, delgado, bien plantado, bien calzado y mejor dotado. Todo un adonis: Boss en lavanda; Armani para el atuendo y sus finos pies los cubre con Ferragamo.
Y ni hablar, cuando anda triste se atreve con Náutica y si está de prisa voltea con Pierre Cardin. Eso sí, no suelta para nada a Prada…
Pero bueno, eso es lo que le dice el espejito. Es el espejito de la bruja. El de verdad refleja a un menudito acomplejado que le da por corretear secretarias.
La referencia desde luego es para el mozalbete Eduardo Aubry, quien llegó a Veracruz hecho un pirrurris. Bien recomendado y con cara de muchos amigos.
Olvidó, sin embargo, que en el marco de la estridencia social y una vez ungido como funcionario público, hubiera comenzado por aprender la lección de cómo saber conducirse y comportarse ante el hartazgo.
Y como bien se dice que el acoso sexual es la manifestación de una serie de conductas compulsivas de solicitud de favores sexuales dirigidas a una persona en contra de su consentimiento, pues eso sí que se le da.
A Aubry le está siendo natural el perjudicar a personas de ambos sexos en abierta impunidad, y lo mismo lo ejerce en ambientes laborales que académicos, estudiantiles e incluso familiares.
El tema se ha vuelto un escándalo.
Y es que después de una serie de manifestaciones y tomas de instalaciones por parte del personal de la Procuraduría Federal de Protección al Medio Ambiente (Profepa) en contra de su actual delegado, Eduardo Aubry de Castro Palomino, se ha sabido que el señor gusta eso de hacerse pasar por Casanova y andar acosando a cuanta jovencita se le cruza enfrente.
Dicen en los corrillos de Palacio de Gobierno, que el mentado Aubry de Castro se siente muy influyente, pues su hermano, el diputado federal y líder del Partido Verde Ecologista de México en Jalisco, Enrique Aubry de Castro Palomino, forma parte del grupo de amigos cercanos al gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval.
Pero el hecho es que las acusaciones vertidas por Castro Palomino en contra de su personal distan mucho de la realidad; el irresponsable funcionario afirma que las metas de la dependencia están por debajo de lo que establecen oficinas centrales.
Ante ello, cualquier ciudadano con dos dedos de frente y otro tanto de cerebro, sabría que es él y sólo él, el causante de tan bajo rendimiento, pues un líder debe en todo momento saber motivar e impulsar al grupo a mejores estadios, no sentarse a dos posaderas a seducir a jovencitas como acostumbra hacerlo en el bar del Sanborns en Boca del Río.
Y es que hasta ese punto llega el engreído y pedante funcionario, oliendo a crudo gracias a su afición a la cerveza, el vodka y hasta el anís con anís por aquello de la sobremesa, con sus aires de Casanova.
Lamentablemente la vida personal de los funcionarios es cosa que no nos interesa, pero lo que sí interesa fiscalizar es con recursos de quién se da esa vida.
Y mientras en Xalapa, que los empleados se chinguen.
Tiempo al tiempo.

*Premio Nacional de Periodismo