La retórica se convierte en el método científico de lo inviable
En el marco de las políticas anti inmigrantes que está impulsando el gobierno de Donald Trump, han surgido voces de alerta en el sentido de que el país no tiene capacidad para incorporar a la vida productiva a un inminente cúmulo de mexicanos deportados.
Resulta obvio, la gran mayoría de los y las mexicanas que han emigrado hacia los Estados Unidos, lo hacen por la sencilla razón de que aquí no encuentran ningún tipo de oportunidad para el desarrollo, con base en los fundamentos básicos de la dignidad humana.
Por ello, cuando escuchamos al rector de la UNAM (¿Enrique qué?), decir que la máxima casa de estudios está lista para recibir a los ‘dreamers’ que sean retornados, sabemos que es una vacilada, si anualmente hay miles de rechazados no entendemos como pueda recibirse a estos jóvenes soñadores.
Lo mismo ocurre con las ofertas de Miguel Ángel Mancera, cuando afirma que la Ciudad de México se está preparando, en materia de políticas públicas, para el posible regreso de cientos de trabajadores migratorios. Igual situación se presenta en las demás entidades federativas, simplemente no hay recursos y quizá, tampoco, voluntad política.
Del gobierno federal no hay mucho que esperar si sabemos de antemano que el presidente Peña es de reflejos lentos, para cuando decida entrarle al tema será tarde. Además, la visión neoliberal del mexiquense pasa por el recorte al gasto social con el objetivo de mantener ‘la estabilidad macroeconómica’. En suma, insistimos, no se atisban soluciones viables ante el grave fenómeno.
Es trágico, pero México no tiene forma de recibir a los migrantes y sus familias, porque desde que estos se fueron en busca de progresar, las cosas no solo no han cambiado, sino que, han empeorado. Empresas como Pemex, que eran sinónimo de riqueza nacional, han sido depredadas por la corrupción y la correspondiente impunidad.
Soplan vientos de tormenta.

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