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Hablar de más causa aflicción
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2017-01-23 - 12:47
Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Santiago 3:7-8
Un mal que suele aquejar a buena parte de los políticos, es abusar de la demagogia para hablar sin ton ni son y prometer toda clase de satisfactores que al final del día no serán cumplidos, dejando, como suele ocurrir, mal parada la imagen del lenguaraz candidato.
Torpemente, los hombres del poder afirman que ‘prometer no empobrece’ y con ello se jactan de sus dichos, no pasa nada aseguran, a la gente se le olvidan las cosas, pero no razonan que es el poder de Dios el que está detrás de todas los sucesos.
Pero los enredos de la lengua no solo tienen que ver con las promesas incumplidas, sino con los arrebatos que hacen al poderoso ‘soltarse’ al hablar, un ejemplo monumental de esto último, lo constituye el flamante presidente de los Estados Unidos, el señor Donald Trump, que incluso recibió recomendaciones del director de la CIA para que cuide sus dichos, sobre todo en el Twitter.
Hablar cuando nos encontramos fuera de nuestras cabales se convierte en un peligro, en lo particular, contra nosotros mismos, podemos ofender a un ser querido, lastimar a un ser indefenso, y también algo muy, pero muy grave, lanzar blasfemias contra el Señor, situación que puede volverse contra nosotros.
Dice Santiago 3: 9-10 sobre el órgano del que reflexionamos:
“Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así”.
Lo anterior es un dato terrible, somos capaces de bendecir y maldecir con el mismo órgano corporal, vamos de lo sublime a lo ridículo, todo por nuestra incapacidad de ser sensatos ¿se imaginan cuantos problemas nos ahorraríamos de pensar dos veces lo que vamos a decir?
Al respeto, dice el salmista: “Libra mi alma, oh Jehová, del labio mentiroso, Y de la LENGUA fraudulenta”…Salmos 120:2
Tomando en cuenta todo esto que hemos conversado, es indispensable que pongamos más atención con lo que hablamos. Así como nos educamos en muchos sentidos, es preciso que eduquemos nuestra lengua y evitemos la palabra mordaz, jactanciosa, inicua, la que hiere y ofende al prójimo, debemos procurar un equilibrio interno que nos permita conducirnos con sabiduría y misericordia.
La lengua es una parte muy pequeña de nuestro cuerpo, sin embargo, es capaz de causarnos muchos desasosiegos, un descuido basta para que nos metamos en problemas muy grandes, situaciones que nos pueden llevar a perder el trabajo, afectos, dinero y lo peor, la vida.
Nos precisa Santiago 3 en los versículos 4 y 5: Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, !! cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.
Hermanos, vivamos en paz, cuidemos nuestros dichos.

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