Ahora resulta que al ‘cochinito’ le gusta jugar a ¡que viene el lobo!
Hasta el martes por la tarde no había podido confirmarse si el escrito en el cual Javier Duarte solicita reincorporase a la gubernatura durante los 15 días finales del sexenio 2010-2016, es veraz o apócrifo.
Lo cierto es que, dicho oficio, que habría sido entregado en el Congreso local por Jorge Ramírez Tubilla, pariente de la esposa de Duarte, Karime Macías Tubilla, fue un blofeo propio de una mente bien entrenada en el tema de la perversidad política, algo similar a una flatulencia en un vagón del Metro atestado de viajeros.
Las hipótesis sobre las motivaciones de Duarte para retornar a la silla del gobernador, por escasas dos semanas, cuando la PGR ya hasta puso precio a su cabeza, fueron varias.
Que si busca negociar la libertad de su mujer, que si soltaría una “bomba mediática” contra el presidente Peña, que si ya perdió totalmente la cordura, que si es una estrategia legal de sus abogados, en fin, especulación pura.
Pero, ¿podríamos si quiera imaginar lo que pasaría de regresar, el ahora prófugo, a la ciudad de Xalapa?
El mini teatro de guerra en que se convirtió Catemaco el fin de semana pasado nos puede servir de respuesta: mínimo queman el palacio de gobierno y sacan al inescrupuloso personaje de las orejas… por decir lo menos.
No cabe duda que la ciudadanía de la entidad es pasto seco, en la que cualquier rumor insano puede causar una explosión de las tensiones acumuladas.
Por lo anterior, urge que llegue el primero de diciembre para que el nuevo gobierno intente encauzar esta nave a la deriva, el interino nomás no puede y el gobierno federal ni nos ve ni nos oye.
La caída de cualquier sistema de gobierno siempre empieza con manifestaciones aisladas…no lo pierdan de vista.

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