29 de Abril de 2024
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Tiempos de Amistad
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2015-04-29 - 10:35
“Cuando un amigo se va
se queda un árbol caído
que ya no vuelve a brotar
porque el viento lo ha
vencido…” Alberto Cortez



Guillermo Zúñiga Martínez nos dejó el espacio vacío como testamento.
Es cierto que el maestro y abogado tenía muchos amigos, pero éstos fueron ocasionales y de conveniencia. Se le pegaron cuando él estaba en el poder primero como director de Educación Popular, luego Secretario, dos veces, de la SEP; Presidente del PRI estatal, diputado (local y federal) y alcalde de Jalapa.
Yo fui amigo ocasional de Memo. Nos conocimos allá por 1958. En ese entonces trabajábamos, yo como dependiente en una tienda de abarrotes ubicada en la calle de Abasolo, de don Augusto Landa López, junto con David “el Güero”, “el chacalón” (nunca supe su nombre), Gilberto Mendoza (quien después llegó a ser contador en el Seguro del Magisterio), la cajera Dora Valerio (hija del “Capi Valerio”, gloria del beisbol jalapeño) y Salvador (Chava) Zúñiga, su hermano que la hacía de chofer repartidor de mercancía.Y Memo, por su parte, era dependiente también y cargador en la tienda de su padrino Víctor Landa, en la misma calle de Abasolo No. 4, que luego se pasó a la calle Revolución, y ahí Guillermo sólo estuvo un poco tiempo. Ese trabajo diario hizo de su cuerpo un ropero y se veía más trabuco porque usaba camisetas apretadas.
Todos los días, por la tarde, pasaba por mí a la tienda, a la hora de la salida. Se había hecho costumbre comernos una torta de jamón con queso o huevo y tomarnos un refresco (esa era nuestra comida) con doña Rosita en la esquina de la calle de Abasolo frentito ‘al árbol’ que siempre estaba rodeado de suripantas, dispuestas a irse con cualquiera al hotel Huerta.
Bajábamos por la calle Revolución hasta la catedral y ahí nos despedíamos porque yo vivía en la calle Sebastián Camacho número dos, en la casa del padre Justino De La Mora quien me había sacado de mi pueblo, y posteriormente nos veíamos más tarde en la escuela Antonio María de Rivera para estudiar la secundaria, en el ciclo nocturno. Así fue hasta que terminamos los estudios secundarios. Nosotros no teníamos vacaciones, ni de semana santa ni de navidad. No podíamos darnos esos lujos.
Coincidimos en el Colegio Preparatorio y desde ahí no nos vimos hasta pasado mucho tiempo.
Conviví en su casa, que estaba en las calles Rivera Cambas (hoy Ruiz Cortines), esquina con Dalia en la colonia Salud, con sus hermanos Luis, Rafael, Amada, Evelia, Dora, Conchita, ya finados, y con Guadalupe y Anita que todavía viven, junto con Salvador. Familia jalapeña unida y sencilla. Agradecí, siempre, su cariño y afecto, sobre todo el de doña Anita, su mamá.
Teníamos muchos amigos como el “Papelero” Ortega y el “Chicles” Villanueva, entre otros cuyos nombres se me olvidan.
El destino nos separó porque yo tenía que seguir trabajando y el “güero” Gerardo Fernández Carreto (qepd), que en esos tiempos era administrador de la Comisión Federal de Electricidad, cuyas oficinas estaban en la esquina del callejón de Rojas y Enríquez (hoy es el Palacio municipal), me dio chamba como administrador en Pueblo Viejo, Ver., cerca de Tampico, Tamaulipas. (Este trabajo me lo consiguió el padre Justino De La Mora (un hombre santo). Memo, ingresó a la Escuela Normal Veracruzana. Muchos años después, volvimos a encontrarnos. Él ya había estudiado la licenciatura en Derecho en la UNAM, durante una gira de trabajo de su partido el PRI que realizó a Acayucan, en donde vivían mis padres, me encontró, junto con su hermano Luis, paseándome en el parque y regresé a Jalapa al mismo domicilio pero con la ausencia del padre De La Mora. Sólo quedaban doña Piedad, Josefina y Juanita, piadosas mujeres que cuando llevaba yo a Memo a comer se desvivían en atenciones hacia el maestro y abogado y político. Y así siguió su carrera de funcionario, diputado, alcalde y por último se refugió en su creación pedagógica: la Universidad Popular Autónoma de Veracruz. Ayudando, siempre ayudando a quien lo necesitaba.
Finalmente retomo las palabras que pronunció el gobernador Javier Duarte de Ochoa durante el homenaje póstumo que se le rindió en el edificio de la Secretaría de Educación Pública, el viernes 24: “Hombres como él no desaparecen, dejan huellas eternas, echan fuertes raíces, son generadores de talentos y seguidores, multiplican sus semillas y hacen escuelas…”.
Todo lo que se ha tendido que decir sobre su vida política, magisterial y social, se ha hecho. No hay nada más que agregar.

rresumen@hotmail.com

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