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La UV Entre Fabricar Hombres y Fabricar Embutidos
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2015-02-21 - 08:43
Tradicionalmente, el papel de la Universidad en el constante devenir de Veracruz preocupa a los universitarios y preocupa al estado entero. El motivo es que no se trata sólo, como pudiera pensarse, contar con el alma mater idónea, sino que tras esta búsqueda que no trasciende en apariencia el marco de la vida académica, se esconde todo un conjunto de cuestiones que afectan la entraña misma de la Universidad, y que de no resolverse a tiempo frecuentemente desvirtúan el auténtico sentido de esa institución y la convierten en peso muerto para el estado, en fuente viva de conflictos, en campo de batalla que se limita a reflejar divergencias sociales, en lugar de llevar a ellas la luz de la inteligencia y la templanza de la razón. Hasta ahora no pasa nada.

Se ha dicho con frecuencia que la función exclusiva de los universitarios consiste en estudiar para hacerse buenos profesionistas, capaces de servir al Estado y a México. Esto es rebajar a la Universidad al nivel de una fábrica de útiles y convertir al universitario en instrumento al servicio de causas abstractas e imprecisas. La Universidad, por el contrario, ha de ser forja de hombres, con su dignidad íntegra, con responsabilidad absoluta, con inteligencia capaz de señalar los más altos destinos de la colectividad veracruzana.

Hacer universitarios es hacer hombres, función muy distinta de la de fabricar chorizos.

Sin embargo, y por desgracia, la Universidad Veracruzana está hoy estructurada a ese nivel ínfimo en que la integridad del hombre se sacrifica a la utilidad del profesionista. De acuerdo con esa doctrina, la más antiuniversitaria que pueda concebirse, los profesores y alumnos no tienen casi intervención en el gobierno de la que es su propia casa. Se sabe y se ve que la política universitaria frustra la disciplina necesaria para el cultivo del saber.

Prueba de ello son los resultados que son verdaderamente desastrosos. Hoy la Universidad tiene toda una gran área de terreno como sede y sus enormes campus; tiene, tal vez, laboratorios de investigación. Tiene un presupuesto de gran importancia en la historia; dispone de los medios más diversos para cumplir y ampliar sus funciones. Pero al arrebatar la política universitaria a los universitarios, sólo se ha conseguido que intervengan toda clase de fuerzas extrañas. Es cierto que en la Universidad no se hace política: se hace politiquería, se reflejan los más sucios conflictos de facciones sindicales, pero degradados.

En cuanto a la disciplina necesaria para el estudio, se ha conseguido todo lo contrario de lo que se pretende. Los profesores más serios y competentes, destinados a las formas más altas del saber, como la filosofía, la ciencia jurídica o la investigación científica, se quejan de la progresiva indiferencia de los alumnos, de su desidia y de su desdén para las más elevadas tareas universitarias. No es necesario, sin embargo, ese testimonio: una Universidad en la que los contadores tienen más que decir que los filósofos o los médicos, está evidentemente enferma.

Enferma de males mucho más profundos que aquellos que pueda implicar una administración determinada. La inteligencia está ausente de la Universidad. Abundan, ciertamente, algunos maestros ilustres, algunos profesionistas eminentes, y algunos estudiantes esforzados. Pero la misma estructura jurídica de la Universidad Veracruzana, que da su dominio íntegro a una Junta de Gobierno comandado por viejos figurones, a una Junta de Gobierno que es presagio del panteón de hombres ilustres, hace que la inteligencia viva de la Universidad sea inoperante, esté mutilada, arrinconada y condenada a no ejercer el gobierno de su propia casa.

En estas condiciones, la Universidad Veracruzana Autónoma no ilumina el camino de Veracruz. En un estado inmerso en problemas económicos, políticos, sociales, de inseguridad y pobreza casi extrema, en el que la cultura es todavía, por desgracia, privilegio de pocos (algunos cuantos intelectuales e investigadores que la sangran con altísimos salarios), se requiere, con necesidad angustiosa, su presencia esclarecedora en todos los aspectos de la vida estatal y nacional. El testimonio inteligente de la Universidad es preciso para nuestras mayorías, infortunadamente tan atrasadas.

Y mientras la Universidad no cumpla con esa exigencia del pueblo estará faltando a su deber y será, en muchos aspectos, una carga más para quienes tienen que soportar tantas y tan pesadas.

En estos momentos, de crisis profunda y real, cuando las facciones políticas hacen toda clase de maniobras para obtener triunfos en las que están ausentes los principios, la voz de la Universidad no se oye todavía. No se siente su presencia. Es responsabilidad de las autoridades y de cada universitario y maestros auténticos plantear con limpieza y decisión los problemas en su Casa. Lo exige todo Veracruz, que ama a su Universidad, que exige su presencia total e irrestricta en la vida estatal. Urge sacudirse la insidia, la modorra y el burocratismo.

[Los contenidos, estructura y redacción de las columnas se publican tal cual nos las hacen llegar sus autores.]

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