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NI TAN SANTA
2014-04-15 - 10:08
Días de guardar, nos advertían al salir de casa. La mochila al hombro, el sleeping-bag, cinco latas de sardinas y la tienda de campaña que pesaba lo que la cruz del nazareno. El destino era normalmente la playa… Puerto Escondido, San Blas, Mocambo; donde alcanzara con 200 pesos para el pasaje.
Teníamos 16 años y nos sentíamos dueños del mundo. Éramos cuatro o cinco y en la madrugada, con la fogata y una botella de ron, aquello era el paraíso. O casi. La ducha estaba en el océano y el infierno comenzaba con el Sol levantando. De pronto el Jueves Santo nuestro amigo Ricardo advertía que era “obligatorio” asistir a misa, y allá íbamos acompañándolo en su fervor cuando nosotros habíamos dado ya el primer paso hacia el precipicio del agnosticismo. Al entrar a la iglesia, de pronto, nos turbaban los fantasmones.
Todas las figuras estaban cubiertas con mantos morados, guardando el luto de la pasión de Cristo, y no sabíamos a bien qué hacer, aunque Ricardo sí: rezar. Luego salíamos del templo, un tanto azorados, y nos trasladábamos al mercado a comer un pargo frito… la primera comida consistente luego de una semana de juguitos y sándwiches de aire.
Esas tribulaciones, para nuestro bien y nuestro mal, se han perdido. Ya pocos relacionan la celebración del viacrucis con los reventones de antro y coppertone que ahora mismo están iniciando en todas las playas. O como decía mi tía Teresa, “se ha extinguido el temor de Dios”. Hay que decirlo, la llamada Semana Mayor es un periodo vacacional más, con lo que conlleva de mundano.
Y para bien. La vida, después de todo, no puede ser todo trabajo y sacrificio, abnegación y renuncia. Llevamos una centella saturnal en la sangre, sobre todo los mexicanos, que nos arroja al relajo, el derroche y la francachela. El disfrute de la vida viene con los sentidos y esa sensación de gozo no es más que pura sensualidad. Excesos, excesos y a veces, desafortunadamente, ex-sexos.
El mundo es cada vez más profano y los libertinos andan sueltos. ¿O de qué hablamos cuando el ex dirigente del PRI en el DF, el tal Cuauhtémoc Gutiérrez, fue descubierto con una red de prostitución para su uso exclusivo? No es como decía mi tía Teresa, pero el equilibrio moral anda por los suelos.
Hace algunos años, cuando en las infanterías como reportero, fui comisionado durante la Semana Santa para enviar despachos cotidianos del acontecer en Acapulco, adonde arriban en esta temporada nada más que 300 mil visitantes, las cosas que vi eran de pasmo, cuando no de carcajada. Filas de 80 personas muy inquietas para hacer uso de los sanitarios en la playa; autobuses alquilados en Irapuato y que estacionados en la avenida costera servían como hotel-vestidor y restaurante de sus contratantes…
¿Qué es, después de todo, lo que nos enseñaba la doctrina respecto a la Semana Santa? Que el redentor moría en suplicio para la salvación de nuestras almas. Al menos era lo que machacaban los catequistas: que recordando su martirio y resurrección era como podíamos ser buenos cristianos. Pero si no somos tan malos… nos defendíamos, después de todo nuestros pecados eran nada ante los crímenes de los sátrapas.
Por ello retorno a los fantasmones en la iglesia de aquel tiempo. Y no es que se movieran bajo el manto morado, o que los cirios como enjambres no contagiaran una cierta devoción. Mentiría al decir lo contrario. Lo que ocurría era que yo prefería a un mesías menos adusto, menos sangriento, más jocundo. Como el que evocaba el poeta al decir que no quiere cantar al Jesús del madero, “sino al que anduvo en la mar”.
Menos agonía y más sol. La playa que todos merecemos y unos días de reflexión y sonrisas. Como cuando aquellos campamentos, hartos de arena y salitre, en que volvíamos a casa flacos y morenos como gitanos… para desquitarnos con las albóndigas y las donas glaseadas, que eran nuestro cielo merecido.

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