José Luis Amaya Huerta

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Una vez definida la virtual candidatura presidencial de la ex Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum Pardo, – tras ser proclamada ganadora en las cinco encuestas realizadas dentro del proceso interno -, lo que sigue para la Cuarta Transformación será resolver el problema en que se ha convertido el ex canciller Marcelo Ebrard Casaubón, quien no solo descalificó el proceso interno y exigió su reposición, sino que entró en rebeldía al no asistir a convalidar sus resultados y está a un paso del rompimiento con Morena.
En el fondo, Ebrard repite el guión de su mentor y amigo, el desaparecido Manuel Camacho Solís, quien en 1993 también hizo tremendo berrinche cuando Luis Donaldo Colosio Murrieta resultó elegido candidato presidencial y se negó a levantarle la mano, aunque días después aceptó la Secretaría de Relaciones Exteriores como premio de consolación.
Según los acuerdos previos al arranque del proceso interno, cuyas reglas fueron aceptadas por todos los contendientes, incluido Ebrard, los perdedores tendrían asegurado un lugar en el Senado, el Congreso o el Gabinete, por lo que en el caso del ex canciller, podría ser postulado al Senado y enfilarse como coordinador del Grupo Parlamentario en la Cámara Alta, cargo que ocupaba el senador Ricardo Monreal antes de aventurarse a buscar la candidatura presidencial, en la que por cierto quedó muy mal parado, en último lugar de las encuestas, incluso por debajo de su homólogo del Partido Verde, Manuel Velasco, y del diputado federal del PT, Gerardo Fernández Noroña, quien dio la sorpresa al ubicarse en tercer lugar, superando al ex secretario de Gobernación, Adán Augusto López.
Vistas así las cosas, además de Sheinbaum, podría decirse que Noroña y Velasco, perdiendo ganaron pues avanzaron en el proceso interno de Morena y quedaron bien posicionados, no así Ebrard, Adán Augusto y Monreal, que resultaron damnificados pese a ser considerados operadores políticos natos.
De estos últimos, solo Ebrard asumió una posición de rebeldía que lo tiene al borde de la ruptura con Morena. Incluso este jueves declaró que ya no tiene lugar dentro de este partido, con lo que se abriría la posibilidad de que buscara la candidatura presidencial de Movimiento Ciudadano.
El problema para Ebrard es que esto último es justamente lo que están esperando el presidente Andrés Manuel López Obrador y la propia Claudia Sheinbaum, que se anote como candidato de MC para ayudarlos a dividir el voto opositor y restarle fuerza a la virtual candidata del Frente Amplio por México, sobre todo entre las clases medias.
De seguir esa ruta, sin duda el berrinche de Ebrard no pasaría de ser una mera simulación, pues si se postula por Movimiento Ciudadano, un partido fracturado tras la salida del gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, y con no más del 5 por ciento de intención del voto, al final terminaría por jugar el juego de AMLO, convirtiéndose en patiño de una elección para ayudar de manera indirecta a la “señora” a la que ayer dijo que no piensa someterse.
Además podría tratarse de un cálculo arriesgado para la coalición gobernante, pues no hay que olvidar que el excanciller obtuvo el 26 por ciento de las preferencias en las encuestas internas de Morena, por lo que su eventual postulación por MC al primero que le restaría votos sería a este partido, más que a la aspirante del Frente Amplio opositor.
La otra opción para el ex canciller, aunque remota, sería romper definitivamente con Morena y aceptar la invitación de la senadora Xóchitl Gálvez para sumarse al Frente Amplio por México. Sin embargo, esto lo pondría en la mira de la Fiscalía General de la República que podría activar los expedientes relacionados con la línea 12 del Metro.
Y hasta donde se sabe, no hay político que coma lumbre.

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