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CRÓNICAS AUSENTES - Lenin Torres Antonio
Espejismo democrático, Revolucionarios de oropel y la Trágica condición humana
2020-06-14 - 19:48


 


Lenin Torres Antonio


 


Parió la Noche a la tribu de los sueños y junto a ella a Tanatos,


el dios demonio más temido, más inconsciente,


esperaba que al nacer la liberará de las sombras,


en lugar de esa liberación en su nombre se han cometido los crímenes más sanguinarios,


y la noche se hace más noche;


reina la lluvia, el infortunio, la dureza y la locura;


nadie quiere saber de aquello que nos completa


y nos olvida en su inolvidable olvido.


Vocablos, reyertas, encuentros, sorpresas, dolor.


LeToAn


 


Hay una sola clase política en cada una de los países del mundo que se relevan en el poder, no hay democracia más que como instrumento de esa clase política para legitimarse en el poder público, por lo que, la visión de lo público y sus postulados, el estado de derecho, la justicia, la igualdad, la democracia. etc., no existen como tal, más como el meta-relato que justifica y legitima los relatos particulares que se ponen en práctica en cada uno de los países del mundo, interconectados con el meta-relato, por eso vemos la detentación del poder público-particular y la acumulación de riquezas en manos de una única clase política-empresarial, por regular longeva, que tiene al interior de esos relato particulares formas de relevos generacionales consanguíneo-parental: el hermano, el hijo, el primo, etc., o de empatía-simpatía-servicial: el amigo, el o la amante, el chofer, etcétera, verlos en los accensos al poder público y empresarial.


No es fácil aceptar que vivimos un Espejismo, y que la humanidad ha montado una gran obra trágica-cómica en un teatro que llamamos Tierra, y que cada uno tiene un personaje que actuar, que solamente hay dos personajes: “el rico” y “el pobre”, que la inmensa mayoría hace el personaje del “pobre”, y unos cuantos del “rico”, y que existe un guion que llamamos sistema neoliberal-capitalista, que consiste en contar la historia de unos seres vivos que nacen prematuramente, que tienen una larga infancia y que por lo tanto, una dependencia del “otro” para sobrevivir, con sentidos tenues y débiles, que compensan con una imaginación y una supuesta racionalidad superior a los demás seres vivos, y que la historia que actúan es una historia de guerras y banalidades, de superficialidades y egoísmos, que con toda esa vanagloria de superioridad racional en la escala evolutiva, terminan por reproducir una historia de unos “abusadores” que aprovechan la debilidad y la propensión de un espíritu de rebaño de la inmensa mayoría, y para ellos, les interiorizan un paraíso después de la muerte, pero antes, tienen que obedecer dócilmente y trabajar para que ese grupo de “abusadores” mantengan el sistema de dominio y explotación, que esa historia se asemeja al extraviado y sediento en un desierto, que los sentidos les engaña y creen ver pequeños oasis donde hay pura arena y sufrimiento; no es fácil, porque fuimos alienados a pensar que éramos más que eso.


La simplicidad de esa historia de los humanos se hace patente en cada uno de los lugares en que hizo vida en común, las ciencias humanas, el arte, la cultura, las ciencias de la conducta, incluso, las ciencias económicas y exactas fueron utilizadas para reproducir esa historia simple y visceral, para dejar vestigios de sufrimiento y muerte, para convencernos que hemos construidos el mejor de los mundos posibles, el imperio de la razón ilustre; para ellos construyeron un entramado de complicidades, de demagogos que tenían la labor de hacernos creer que la ruta que habíamos tomado era la correcta, que era cuestión de esfuerzo y trabajo para escalar la pirámide del poder, pero que para ello, teníamos cada quien que transmitir a cada una de nuestras nuevas generaciones, con el gesto, la actitud, el comportamiento, el saber, el guion de la felicidad y la pureza; hacerlos sentir que incluso Dios había autorizado esa visión y práctica de la vida humana, había aprobado la selección natural en la dimensión humana, por eso vimos cada determinado tiempo, ante “el libro sagrado” protestar decir la verdad y jurar hacer el bien y propagar la bienaventuranza de la vida humana, y así cada uno de esos relatos fueron reproduciendo el juramento sagrado, ante el Corán, ante la Imagen Sagrada de una Virgen milagrosa, y últimamente, se ha hecho popular sustituir esos libros e imágenes sagradas, por libros humanos que tienen la misma función divina, protestar ante el nuevo libro sagrado, “la Constitución Política de los …”.


No es fácil aceptar que el mejor de los mundos posibles no lo era ni lo es, que el mejor de los mundos posibles fue sepultado hace mucho tiempo, quizás cuando los hombres dejaron de concebir al otro como un hermano para hacer frente a los fenómenos naturales que los espantaban y les causaban terror, los truenos y relámpagos, los temblores y las inundaciones, o solamente, la inmensidad de los océanos y el firmamento de las estrellas, del cielo oscuro y misterioso, cuando esa facultad de imaginación se convirtió en saberes prácticos de control y dominio, primero para la subsistencia, y luego, para el placer y el goce, cuando perdimos el concepto de comunidad que nos acercaba, cuando estando juntos nos sentimos solos y lejos, extraños y únicos, cuando nos convertimos en un extraño en nuestras propias casas, cuando utilizaron el mundo virtual para controlarnos y alejar nuestros pies de la tierra húmeda, rocosa, suave, cálida o fría, cuando dejamos incluso el sexo como la forma de sentir al otro, cuando el goce estructural hacia la muerte estuvo al alcance de nuestras manos con las autopista del mundo virtual que nos deslizan frenéticamente de un lugar a otro, de una experiencia límite a otra, cuando la muerte se pudo vivir en vida sin temerla.


Pero la realidad nos escupió a la cara, nos llovió sobre mojado, y nos quitó lo valentón, lo real se hizo presente, eso real que no admite lenguaje, interdicción simbólica, que la muerte se hizo presente y no virtualmente, sino en lo real, bajamos de nuestro pedestal, los pequeños dioses se volvieron mortales, el espejismo fue insuficiente para seguir drogados, sacamos toda el pie junto con el cuerpo de ese sopor, del dogma que nos tenía drogado, y creyéndonos que éramos inmortales supimos que no lo éramos, que somos contingentes, que somos vulnerables, que somos estúpidos y predecibles, banales y no imprescindibles, que en la cúspide de la pirámide quedó nuestra figura grotesca y contradictoria, que sólo quedó un tufo de especiales y originales, de exclusivos y cabrones; como lo dije un microorganismos imperceptible nos hizo acurrucarnos, escondernos, inmovilizarnos; hoy nos asomamos y cual débil animal nocturno olfateamos el aire para constatar que podemos salir seguros, o simplemente, actuar como locos, como si no pasara nada, como Ulises de regreso a su querida Ítaca, que podemos volver a salir a deambular y seguir nuestras correrías, e interpretar nuestros patéticos papeles de ricos o pobres, de afortunados o mediocres (por no estar en el lugar del privilegiado no por la ciencia que sepamos). Hoy la crisis sanitaria del covid-19 deja ver la inutilidad, ficción y perversión de esa visión de lo público, de esa alienación a los mitos constitutivos de lo público, de esos espejismos democráticos, como le nombro, de que se aprovecharon “los abusadores”, la estructura psíquica del hombre, de sus procesos inconscientes que hablan de la naturaleza humana omnipotente y narcisista, de esa estructura en déficit que es propia de los animales humanos, los únicos que se persignan ante un cruz intentando evitar el mal presagio, ante un escapulario, un tótem; a quienes se les construyo un dispositivo psíquico para la culpa y el remordimiento, que utilizado para el dominio y la explotación.


El futuro humano luce pobre y trágico, reírnos de nosotros no será una opción para evadir lo real; no sabe hacia dónde correr, que dirección tomar, si sus guías están en shock, que sus iluminados, los intelectuales y académicos están más preocupados en preservar sus cárceles de Oro que les fueron asignados por el poder para callarlos, si sus políticos en plena crisis pandémica del covid-19 se están poniendo de acuerdos para continuar siendo directores de la Obra de teatro, y que pese a los muertos y enfermos, al dolor y sufrimientos de millones de humanos, oírles decir, “la obra tiene que continuar”. No sé si pensar que es una condición humana el masoquismo, y la docilidad, porque no veo vestigio de actos revolucionarios que no terminen en acusaciones judiciales de segundo grado y sean asuntos específicos de rodillas que obstruyen la respiración, y oírles decir, “no puedo respirar”, sin darse cuenta que esa rodilla que no nos deja respirar hace mucho tiempo, que nos obstruye nuestras vidas, y ha condenado a nuestras generaciones aun sin nacer, a la muerte y la pobreza, no obstante de la evidencia que la tierra gira en torno al sol, seguimos pensando que la tierra es el centro del universo, y más específicamente, que la tierra humana piensa que es el centro de la realidad, y más vale vivirla como está, que no vivirla.


Toda esperanza de un cambio se esfumó. Todo está preconcebido, y lo dije hace un tiempo, hasta el acto revolucionario lo han inventado y permitido, claro, controlado y predecible, por eso dejarán vestigios de esos actos revolucionarios predecibles y controlados, y dejarán que actúe uno que otro mártir, y dejarán con ello, un ligero sabor de que esos espejismos son reales, y vale la pena sufrir para mantener sus mitos e ideales.


Una reflexión a partir de ver un documental del “intelectual-revolucionario predecible”, Michel Moore, FAHRENHEIT 11/9, Donald Trump, Documentary, donde se puede constatar el grado de perversión que vivimos, y la gran mentira de esta vanagloriada civilidad y modernidad.


Junio de 2020

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