23 de Abril de 2024
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Incendiar o no incendiar
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2017-01-11 - 12:32
Nadie daba con el verbo. “Se llevan lo que pueden”, “desvalijan los comercios”, “arrasan con todo”. ¿Cómo llamar, entonces, a los actos de pillaje? ¿Robo, saqueo, despojo, rapiña, latrocinio, asalto, depredación? Dejemos el problema a los lingüistas, que ya suficiente tenemos con entender la ecuación que explica el alza internacional de los precios de la gasolina enfrentada con la baja del petróleo.
Como nunca, las redes sociales operaron como el medio supremo de comunicación. Están asaltando un Oxxo en Ecatepec, están robando un Soriana en Monterrey... y en el mismo acto, vía whatsapp, uno participaba en esos actos furibundos. “¿Quién mató al comendador?”, preguntaba Lope de Vega, “el gasolinazo, señor”, se le respondía... perdón, “Fuenteovejuna, señor”, que aquí todos somos inocentes.
El peor siempre ha sido el quinto año. Pregúntenlo a Zedillo, a Díaz Ordaz, a Salinas y a López Portillo. Dicen que entonces el ratón ya no quiere queso sino salir de la ratonera. En este quinto año de gobierno Enrique Peña Nieto enfrenta el más negro de los horizontes, y no necesariamente por su culpa. Aún sin haber asumido la presidencia, míster Trump ha iniciado ya el cañoneo contra México, por lo que algunos piensan en la verdad que esconde la estrofa del Himno, cuando Masiosare nos previene con aquello de que la Patria Querida considere que en cada hijo hay un guerrero dispuesto. ¿O no?
Los recibos de luz sí que nos previenen: “consumo, 115 pesos, subsidio por aportación del gobierno federal, 233 pesos”. Muchas gracias. En cambio al llenar el tanque no hubo un empleado que advirtiera: “son 280 pesos, pero debiera pagar 570 por el precio internacional fijado en Houston”. Así que durante dos sexenios vivimos en el paraíso de la gasolina subsidiada para controlar nuestros resentimientos. Ahora, con la “actualización” de los hidrocarburos, ha estallado la inquina y el señor Presidente se ha convertido en lo peor de lo peor. Ni lo nombres, por el amor de Dios.
¿Eso justifica la rapiña que se produjo en las noches del 3 y del 4 de enero? No lo sé. Quizá alguien los soliviantó (que es el verbo), quizá estaban esperando la justificación, quizá lo traemos en el genoma mexicanensis, eso de xingar a la primera de cambios. “La ocasión hace al ladrón”, máxime si asoma el caos, nomás recuérdense los saqueos en Los Cabos, en septiembre de 2014, cuando el huracán Odile.
Algo hay en la sangre, en las hormonas y el instinto primigenio de sobrevivencia porque eso de meter mano en lo ajeno se nos da con una facilidad pasmosa. Y conste que uno de los Derechos del Hombre consagrados por la Revolución Francesa, era “el derecho a la propiedad”, del que nadie habla por ser de estirpe reaccionaria y fundamento de la burguesía, que apenas afloraba.
Mi padre lo recordaba continuamente; hay años de vacas gordas y años de vacas flacas. Por lo que se vislumbra, las vacas de este ciclo no serán precisamente robustas, así que la prudencia dicta que desde ya seamos ecuánimes en nuestro proceder, ya no se diga ponderados en nuestras metas y proyectos. Cerveza en lugar de champaña, Acapulco en lugar de Niza.
Además que, independientemente de los efectos del calentamiento global, este será un año proclive a los incendios. Ya se ha visto. El próximo invierno tendremos tres (o cuatro) candidatos a la presidencia sacándose los ojos, y la campaña precedente, iniciando con las movilizaciones magisteriales de mayo, buscarán incendiar amplios territorios a fin de llamar la atención a los medios y propiciar el escándalo en la opinión pública, que de por sí.
Así que las condiciones están dadas. Lo que vimos la semana pasada podría ser un ensayo general de lo que vendrá, aunado a la presión económica ejercida seguramente por Donald Trump, de modo que en no pocos cuarteles surgirá la pregunta hamletiana, “¿incendiar o no incendiar?”. Año de bomberos, sin lugar a dudas, y don Melchor y don Baltazar, huyendo con las colas de sus jamelgos en llamas.


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