¡Tremendo calor en Xalapa! Que yo recuerde antes no era así. Antaño en esta ciudad no era necesario el aire acondicionado ni en casas, ni oficinas ni en restaurantes ni lugares públicos en general; de hecho casi ni ventiladores más que en algunos sitios cerrados. Tan solo eran unos pocos días en el estío que arreciaba el calorcito en esta Atenas veracruzana, pero de ninguna manera sofocantes como desde hace unos días. Sigo pensando que lo del cambio climático es sólo una cuestión cíclica en la que nada tiene que ver lo que el hombre haga o deje de hacer. Ya volverá a la normalidad el tradicional clima; tarde o temprano. Sucedió, por ejemplo, con la bella niebla que envolvía a Xalapa durante los inviernos. Se había ido. Se alegaba que era por la desforestación y por no sé cuántas cosas más. El hecho es que de hace unos tres años para acá volvió la hermosa y espesa bruma, sin más; sin previo aviso. Era una cuestión cíclica, simplemente.
Tanto en la Biblia como en la historia secular se registra cómo de vez en vez, desde hace miles de años, se daban terribles sequías que en ocasiones duraban ¡hasta siete u ocho años! Pero los hombres de aquel tiempo eran más inteligentes y se lo atribuían a Dios; no andaban inventando supuestos calentamientos globales y autoculpándose por la contaminación.
A mí me agrada el frío, así que para las personas como yo resulta mayor la tortura. Sin embargo no me quejo. Antes lo hacía; ya no. Estamos terminando mayo; debe hacer calor. Esto me hace apreciar más cuando, de mediados de octubre en adelante, llega la temperatura ambiente que me gusta. Además hay personas, familias, que se benefician de este clima tropical: nieveros, raspaderos, vendedores de aguas frescas, expendedores de refrescos y agua embotellada; y sí, también, desgraciadamente, los cerveceros… Aunque hay cerveza sana, no hay por qué estigmatizar a la bebida de malta que en su versión cero, sin alcohol, es un brebaje nutritivo, con la ventaja de que no contiene azúcar. Entonces sí es recomendable para paliar estos tremendos calorones: deliciosa, helada, espumosa, sin alcohol.
En mis tiempos de nefando consumo de alcohol utilizaba el sofocante calor como pretexto para alcoholizarme (y cuando hacía frío porque hacía frío ¿no?). Gracias a Dios son casi seis años que dejé de dañarme a mí mismo y a las personas de mi alrededor, porque el alcohol daña a terceros, no sólo a uno, invariablemente. Y no quiero desaprovechar este espacio público para hacer un sincero exhorto. Para quienes ingieren la correctamente llamada saliva del diablo, dejen de hacerlo; los beneficios materiales y bendiciones mentales y espirituales son inconmensurables. Si yo pude, ustedes pueden.
Pero el calor es perjudicial también en varios aspectos. No sé si los virus y los parásitos se alocan con las altas temperaturas – los profesionales, los médicos, podrán explicarlo –, pues las enfermedades estomacales e intestinales se incrementan desproporcionadamente. Clínicas oficiales y médicos particulares pueden dar testimonio de ese geométrico incremento de padecimientos gástricos con las altas temperaturas. Aparte, hay personas que por alguna razón no sentimos la suficiente sed y nos dejamos deshidratar, lo que es en extremo peligroso. Mucha agua natural es la sencilla solución.
Y está el stress. Porque hay muchos que como yo comprenderé, andamos más que irritables con el termómetro en alto; seamos peatones o automovilistas. Sólo basta que vuele la mosca o nos rose la piel la malvada hojita caída de un árbol para que iniciemos una linda retahíla de mentadas y hasta algo peor. “Cuente hasta diez…”, dicen por ahí. Pero hasta contar hasta diez resulta una faena en extremo difícil en medio de la sofocación meteorológica.
Empero, nuestra bella ciudad tiene una gran ventaja: basta un buen aguacero para que descienda la temperatura algunos grados, por lo menos dos o tres días. Hasta el momento de escribir esto ya se tardó un poco el Señor en volver a inclinar los odres del cielo. Bueno. Ya llegará; la paciencia es una de las más grandes virtudes que pueden poseer los seres humanos.
Las altas temperaturas tienen otro lado agradable: contribuyen grandemente al atractivo visual de la urbe. Las muchachas nos dejan ver más de sus contornos anatómicos que de costumbre. Todo sea por combatir el bochorno.
Y vamos como la rueda de la fortuna, de arriba abajo; de lo bueno a lo malo, y casi se me olvidaban los infames tandeos en este tiempo de estiaje. Llegar todo sudoroso y grasoso después de haber andado caminando expuesto a los inmisericordes rayos del sol, y encontrarse que no hay agua para darse un regaderazo. Y es falla en la infraestructura hidráulica. La sequía no es tan grave como para que deje de fluir a nuestros tinacos el vital líquido. Hay lugares verdaderamente desérticos como El Paso o McAllen, Texas o San Diego, California en los que nunca falta el agua en las casas ¿por qué?
A través de la historia el clima ha influido de manera determinante en las costumbres, tradiciones y actividades de los pueblos. Es radicalmente opuesta la actitud, por ejemplo, de los habitantes del norte de Europa o Norteamérica que la de los que habitan en climas tropicales, geográficamente cerca del ecuador como la mayor parte de los países africanos y latinoamericanos. Con los seres humanos ocurre lo mismo que con las abejas africanas, que casi no producen miel porque en su hábitat original todo el año hay flores; es decir, no tienen necesidad de acumular para el invierno como sucede con las abejas europeas, esas sí, grandes productoras de miel. El desarrollo de las bellas artes y la literatura parece ser favorecido por el clima frío, y desalentado en el calor.
Y entre los males hay que agregar el abrasador bochorno de las infames campañas electorales. Ya se acerca el 5 de junio, gracias a Dios. Me late que gane quien gane todo va a seguir igual. Sólo los candidatos ganadores y los “pluris” van a obtener un enorme beneficio económico.
Recuerda: vive la vida al natural; no consumas alcohol ni otras drogas.
Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.

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