26 de Abril de 2024
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El pueblo que perdió la esperanza
Promesas de los candidatos, sólo son, sueños guajiros
2016-05-24 - 13:37
No disponemos de mecanismos -Gallup, Sofres, etc.- para apreciar el comportamiento de la opinión pública frente al trabajo del gobernador Duarte. Debemos escuchar, entonces, la voz de la calle, que no puede expresarse en números. De cualquier manera, ciertas corrientes de juicio son inocultables. No se trata de fríos razonamientos, sino de motivaciones sentimentales, imprecisas tal vez, pero cargadas de significación política. Intentándola, siguiéndola, una síntesis, serviría para poder decir que Veracruz ha perdido la esperanza, la han matado.
Transcurridos cinco años y unos cuantos meses de la vida del régimen duartista-fidelista, nadie puede imaginar que se haya logrado reconstruir las estructuras política, económica y social, pero existe -tampoco es posible negarlo- amargura y abatimiento. El entusiasmo, si es que lo hubo, y que se levantó hace más de cinco años, -breve tiempo- se dobló y muchos tememos, y lo estamos viviendo, que carecemos de la voluntad y los medios necesarios para buscar los cambios que el Estado necesita. Y otros –un grupo mayor de lo que pensamos- vemos que la continuidad que nos quieren imponer, como teoría o estrategia políticas, no formarán la paz y el progreso, sino la prolongación de los errores.
No es posible, por supuesto, encerrar en unas cuentas líneas todo el material de la cansada y hasta ahora pasiva inconformidad. Sólo algo, esencial, puede mostrarse. Lo inmediato: un elenco de figuras cautelosas, al mismo tiempo, verbalistas, que se pierden en la exposición de proyectos remotos, como si dispusieran de tiempo inacabable (dos años). Para 2017-18.
Pero la capacidad de los políticos no se mide por la habilidad para aplazar o evadir los problemas, menos por el oscuro divagar académico, sino por el trabajo apreciable para todos, de resultados -así sean modestos- inmediatos. Los intelectuales o seudointelectuales, si llegan a la administración pública deben convertirse en hombres prácticos. La política, entendida desde el poder, no es tanto ciencia como arte y es más provechoso un trabajador realista que un teórico brillante.
Los grandes errores de nuestros políticos tal vez no se originen en su mediocridad -aun cuando muchos la posean absolutamente- sino en la falta de atributos menores, el sentido del deber, la dignidad profesional, la honradez, la dedicación de la vida a un fin superior, la competencia. Si se contrata a un trabajador cualquiera y no resulta capaz, se le sustituye. Con el político o el burócrata –castas intocables- nada se puede hacer, excepto murmurar y esperar. Todo así conduce al desaliento. Esto es, a la pérdida de la esperanza.
El más hondo motivo de desaliento que padecemos, es otro. Frente al asalto a las finanzas públicas del Estado ya sólo sonreímos. Falta que nos digan que no es constructivo señalar a los culpables, que ya todos conocemos. Mucho menos castigarlos. Que es mejor olvidar e iniciar nuevas cuentas, como siempre ha sido en el régimen que nos gobierna. Todo eso -lo sabemos y lo peor, lo admitimos- no es, en realidad, sino el propósito consciente o subconsciente de tejer los mantos de complicidad que nos cubrirán mañana. El presente será, claro está, algún día el pasado y alguien entonces dirá también: olvidemos.
Entre tanto estamos envueltos en una enorme nube de manipulación publicitaria que nos lleva a otros campos. Son las grandes maniobras de diversión: “A la cárcel, ¡ya!, ¡ya!”. “Daré mucho dinero a las madres solteras para que emprendan negocios”; “En los primeros meses de mi gobierno crearé más de 90 mil empleos, bien pagados”. “Veracruz, será otro…”; “Creo en Veracruz, éntrale”; “Me rebajaré el sueldo a la mitad, lo mismo a mis colaboradores”; “Lo bueno, viene después”; “Yo soy Pipo”; “Los totonacos, volverán a sonreír”. Etcétera.
Ciertas naciones, en el panorama de la historia, se han desvanecido. Largas guerras, sequías, plagas, razones misteriosas, las borraron o se vieron reducidas a una existencia miserable e insignificante. Pero -lo leímos en alguna página que no puedo precisar y que, brumosa, aparece un relato de Lord Dunsany- también han desaparecido los pueblos que perdieron la esperanza.
No es el caso de Veracruz, por supuesto, aquí solamente nos están vapuleando y quedaremos con la esperanza rota, pero en poco tiempo volveremos a recuperarla, seguramente.

rresumen@hotmail.com

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