20 de Abril de 2024
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UNA COSTUMBRE, ¿INVENTADA?
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2015-11-10 - 08:30
Se ha hecho costumbre que la actual administración estatal, haga lo que haga y diga lo que diga, nadie le cree. Aunque suponga que los programas pretendan ser lo más proactivos, no existen indicadores para medirlos, ya en su aplicación como política pública. No hay manera de evaluar. La falta de credibilidad en sus pronunciamientos se ha hecho una constante, convirtiéndose en costumbre. Pero en contraparte, para estar en el ánimo del poder central, gana las elecciones que a él conviene. Los hechos demuestran que en el estado, a pesar de que la aceptación de las dirigencias de cualquier partido esté en el fondo de la credibilidad, la masa votante llegado el momento electoral, y con todas las evidencias, incluso, de candidatos cuestionados, mantiene su comportamiento servicial, al votar en favor de esa propuesta.
La memoria colectiva, que ha fuerza de repetir los dictados que vienen desde la estructura del poder, se convierten en un modelo de transferencia de conductas mecánicas, que impactan políticamente a la sociedad. Es evidente como en el medio social, las ideas conservadoras se van haciendo estáticas, donde el individuo es cada día menos activo en la solución de su problemática inmediata, al ir hundiéndose en una indiferencia que le impide asumir otra actitud. No tiene incentivos, ni un pensamiento productivo, que confronte al pesimismo reproductivo, al repetir solo hechos sin mayor significado en su vida personal y social.
La teoría del porque el individuo, a pesar de sus grandes carencias, sigue actuando con una fijeza desfavorable, que solo beneficia a quienes detentan el poder, a pesar de que estos, solo han sembrado acciones negativas recurrentes, tanto en lo político, como en lo social. El individuo no aprende a sacar provecho de esa decadencia del poder, a pesar de su manifiesta crisis económica, y de sus carencias inmediatas, su actitud es indiferente. No organiza acciones en provecho de él y su comunidad.
Estamos hablando de un conductismo político puro, que inhibe la construcción de otras opciones, que por lo menos sería explorar lo inmediato más conveniente. La mediatización a través de programas asistenciales y el suministro de enseres y recursos varios, van perfilando a individuos muy conformes con su circunstancia de vida. Pasivos y repetidores de esa forma de ser, como personas y como ciudadanos. Dueños de una memoria mecánica que actúa como retenedora de viejas prácticas, sin que pueda vislumbrar otras.
La costumbre de vivir sin el menor esfuerzo de tomar riesgos y su conservadurismo, acaba por aceptar como candidato a quién sea, todos “son lo mismo”. Lo acomodaticio al recibir la pequeña prebenda, que lo maniata al conformismo perene, y lo catapulta para ser de siempre el consentido que el poder político utiliza de manera clientelar, únicamente para patentizar su desprecio y afrenta, porque estos pobres y miserables, son los que abarrotan los programas sociales del gobierno; la Cruzada contra el Hambre, Prospera, Seguro para las Jefas de Familia, 65 y Mas, los receptores de las televisiones.
El paternalismo consuetudinario no ha dejado libre, ni suelto al adoptado, que ha terminado por sentirse parte del engranaje de la máquina, sin que quiera independizarse, porque ello implicaría otros horizontes. Una provocación para la que no está preparado, porque su mente robotizada no alcanza ha ver el agravio en el que reposa, merced a métodos y estrategias diseñadas muy lejos de su sórdido entorno social. Programas planeados en cómodas y confortables oficinas a las cuales nunca tendrá posibilidad de visitar, acaso en folletos (propaganda), que le entregarán para corroborar los patrocinios, que por vocación, siempre, “las 24 horas del día y los 365 días del año”, sus protectores, están atentos y dispuestos para él.
Para sintetizar, creo que la costumbre se hace del hábito, que a su vez deviene de un círculo casi perfecto, donde cada paso y cada acción, han sido observados y analizados prácticamente como los ratones en el laboratorio, que sirven para los experimentos de los químicos e investigadores, que al inyectarles tal o cual substancia, deben proyectan una reacción, que de no conseguirse, la infusión se repite una y mil veces, hasta que el ensayo cumple con el protocolo. Este es el experimento psicológico-económico, que de manera inmanente el poder ha sometido a un sector considerable de la población, al hacerlos dependientes-inconscientes, y convertirlos en parte orgánica de una estructura que va más allá de una simple costumbre. Tiene que ver con el control político y la reproducción ideológica de su visión del poder. De un gobierno que humilla a través del hambre a millones de mexicanos, pero donde estos son sus devotos seguidores. Las elecciones son el mejor ejemplo del conductismo político impuesto, porque a pesar de que los inconformes externen su antipatía por quien detente el poder, sus votos emitidos a favor, son reverencia casi marcial de esa fidelidad inducida. Mi reflexión contravine la tesis fundamental marxiana, de que “no es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social la que determina su conciencia”. En resumen de Marx, es la pobreza de la gente, que la hace, de manera inherente, afines dependientes del poder establecido.

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