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Sí, Veracruz está enfermo
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2015-10-14 - 11:23
“El Rey Sol”, Luis XIV cuando decretó la monarquía absoluta dijo ante el parlamento francés: “El Estado soy yo” (L ‘État, c’estmoi), el 13 de abril de l655. Esto viene a colación porque nuestro Estado padece de desencanto, confusión e ineptitud (casi todos los días lo escribimos); es una entidad de trabajadores sin trabajo; de jugadores sin equipo, sin pelota, sin nada. Está enfermo, como un cuerpo que desde hace mucho demandó una intervención quirúrgica. Pero no sólo enfermo de desocupación y de miseria; sino de falta de ideas claras sobre el porvenir y de la carencia de un órgano superior, pensante y directivo que lo condujera por el camino o que lo orientara para encontrar la vía satisfactoria.
Sólo que ya es muy tarde para ser operado, porque en esto no vale el bisturí sino cuando de veras corta estructuras que pudieron reponerse. Pero las que cortara, no podrían reponerse ciertamente a corto plazo. Sí hay una enfermedad terrible, pero no para un cirujano, sino para políticos de verdadera altura y naturaleza. Nada puede sustituir el buen juicio, la prudencia, la intuición, el arrojo y el veracruzanismo, virtudes congénitas del político nato. Nos agobia una Galopante enfermedad llamada duartismo o fidelismo.
Sin decirlo con palabras sino con actitudes, el gobernante clama y grita a los cuatro vientos: “El Estado soy yo”, “sabedlo vasallos y plebeyos que aquí mando yo, y se hace lo que yo diga porque todas las leyes son para beneficio de ustedes…”
Javier Duarte empezó a realizar una política extraña, contradictoria, a menudo incoherente basada en una aguda demagogia y en la obsesiva reiteración de la palabra “Prosperidad”. Nadie de los que votaron por él, dudaban de que serían incontables las cosas que en Veracruz deberían ser cambiadas. Pero ¿qué valor podía tener esa palabra en los labios del que había sido el más cercano colaborador de un demagogo reaccionario echeverrista? Nadie lo sabía entonces. Y él, el que presumía que sería el cambiador a toda costa, no trató en absoluto de disipar las brumas de los estigmas. Y menos lo hará cuando le quedan escasos días para dejar la plenitud del pinche poder.
Este gobierno absolutista se ha movido dentro de un oscuro ambiente de decepción y hastío; de incredulidad respecto a la administración pública. La mayoría de veracruzanos no estamos satisfechos con lo que ha hecho y con las medidas en que lo hace o con la intensidad con que lo hace; no le creemos lo que dice; dudamos de que sea cierto lo prometido; no hemos visto realizado el conjunto de objetivos que nos han alentado en medio de esta terrible crisis de seguridad, de economía, de hambre, de desempleo y económica.
Cuando ya veíamos que las aguas iban a tomar el curso, después de las tormentas políticas recientes como la de la caña de pescar, del aumento del 2 al 3 por ciento a la nómina y la ofensa a los empresarios connacionales que están invirtiendo en el estado, ¡sopas!, resulta que sin decir ‘aguas’ anuncia la llegada del señor “cisne”, Alberto Silva para que dirija al PRI estatal, dejando fuera a viejos priistas que toda su vida han luchado por su partido y sin previas pláticas con diputados, senadores y la clase política que conforman ese partido y, sobre todo, corriendo la cortesía y el protocolo que siempre se ha estilado, nada de eso ocurrió. Y dando un manotazo gritó: ¡Yo mando en Veracruz!
Definitivamente el Estado está enfermo de gravedad. ¿Qué más cosas y sorpresas nos tendrá reservadas el señor gobernador?

rresumen@hotmail.com

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