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PERIODISTAS OFICIOSOS
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2015-08-11 - 09:18
Siempre he sentenciado que ser periodista conlleva una gran responsabilidad; además, un vigoroso distingo por ser vocero de la sociedad. El multiasesinato de la colonia Narvarte, en el Distrito Federal, pone de manifiesto lo que sabemos y leemos de los periodistas que trabajan para el gobierno del estado. Una media docena de zalameros han salido de manera inmediata, atropellada y angustiosa, a defender al gobierno, al gobernador y a su raquítica imagen. Para ellos, era y es urgente, poner a salvo de la crítica contumaz de selectos columnistas y articulistas de amplísimo reconocimiento nacional e internacional, la efigie polimachacada de quien está al frente de Veracruz. Era, y es urgente, llevar a buen puerto a su patrón. El que paga, en aras de su libertad de expresión, la muerte de cinco personas, no importa. Han denostado a todo aquél que opine y critique al gobierno, en relación a los hechos sangrientos de la Narvarte. Todo lo quieren uniformar, envolver con su verdad, a pesar del evidente desgobierno, la corrupción, la quiebra financiera y la impunidad. Lo importante, o lo único, es limpiar la dermis de su protector. Las notas de la defensa recuerdan lo más insigne del fascismo: todos debemos pensar y actuar, igual que nuestro jefe y autoridad. Es incapaz de promover alguna acción en contra de alguno de los periodistas perseguidos y asesinados. No ha habido amenazas, ni represión, los exiliados padecen del síndrome de persecución, por su débil e inferior personalidad. No importa que dos de los asesinados hayan señalado que en Veracruz corrían peligro, que eran vigilados y hostigados por parte del gobierno de Javier Duarte.
Si la crónica y la estadística, así como la protesta y denuncia de las organizaciones civiles, defensoras de los derechos de los periodistas, a nivel nacional e internacional, nos dicen que en Veracruz durante la presente administración se ha asesinado a 15 periodistas, más los desaparecidos, para los voceros oficiales que reciben puntual su mensualidad, tal versión es una perversidad de los enemigos. Así es la historia de la verdad inmediata, la tiene quien posee el poder y el dinero, pero en el caso de Veracruz, no les alcanza para callar las voces profesionales, diferentes.
La golpiza que la Policía Estatal propinó la noche del 14 de septiembre de 2013, a muchos periodistas que cubrían el plantón de maestros disidentes de la CENTE en la plaza Regina Martínez, mantiene a muchos de ellos en terapia de rehabilitación física y psicológica. Hay secuelas en su vida personal, y su pecado en aquella ocasión, como hoy, sólo ha sido y es informar, de manera puntual, sobre los hechos que ocurrían en la plaza, y en el estado. Varios, entre ellos Rubén Espinosa Becerril, acudieron a la PGR a presentar la denuncia, que la institución no le dio seguimiento, porque quien estaba al frente de esa área era familiar de un funcionario estatal. La indiferencia y omisión fueron la respuesta, y entonces las sesudas plumas del gobierno preguntan por qué los agredidos periodistas no acudieron a la entonces PGJ y presentaron su acusación ante el fiscal estatal.
Claro que no sólo son cínicos, sino también siniestros. Qué posibilidad tenían los agredidos de que se impartiera justicia, cuando ésta se encuentra en las manos del mismo juez, que también es parte.
Tampoco los voceros oficiosos han señalado que la también asesinada en la Narvarte, activista, antropóloga, egresada de la Universidad Veracruzana, Nadia Dominique Vera Pérez, emigró de Xalapa por amenazas y acoso. El 20 de noviembre de 2012, cuando un grupo numeroso de ciudadanos protestaba por el fraude electoral presidencial y el asesinato de los periodistas, fueron reprimidos de manera artera por la policía del gobernador Javier Duarte; posterior a ello, persistentemente fue objeto de persecución, según lo declaró a través de un video.
Ser periodista profesional independiente, es un gran riesgo, pero peor es escribir sobre los excesos del desgobierno de Javier Duarte, que Fidel Herrera sembró con gran perfidia para que le cubriera las espaldas, lo que ha cumplido fielmente, pero que también, de su peculio, le ha aportado a la administración.
El traslado de una personalidad gelatinosa hacia la cosa pública, ha convertido a Veracruz en un verdadero desatino de gobierno, aunque señale que trabaja para garantizar la seguridad de quienes vivimos en el estado. La inseguridad general, es la constante.
De la mano de un gobierno fallido, los periodistas afines se aprestan a defender con sus mentiras y falsas verdades, una insostenible administración, que para lo único que tiene dinero es para mantener una nómina de amanuenses, especialistas en prodigar una insulsa y perpetua adulación, cuando la realidad de Veracruz, en lo político, lo social y lo económico, confirma que sólo merece ser calificado, además de nocivo, de corrupto y represor, como inútil, a lo Paquita, la de Alto Lucero.

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