20 de Abril de 2024
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La incógnita del hombre
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2015-08-01 - 08:51
En el devenir de la historia, el hombre siempre ha tratado de descifrar el enigma del sufrimiento. De inquirir si existe un motivo trascendental para los padecimientos que experimentamos mientras vivimos.
Releyendo a los grandes trágicos griegos y meditando en el análisis psicológico que éstos hicieron del individuo y la sociedad de su época, hace más o menos 2,500 años, nos podemos dar cuenta de que la humanidad (fuera de la excepción que trataré posteriormente) no ha avanzado absolutamente nada; las mismas cuestiones dentro de nuestro ser pensante siguen prevaleciendo en el espíritu; las mismas pasiones, los mismos vicios, las mismas virtudes, los mismos méritos.
Ninguno de los credos religiosos, fuera del cristianismo, se pudo apartar, a pesar de todo, de la corriente monótona, que aunque en análisis grandiosa en algunos casos, como los grandes poetas griegos ya mencionados, ni aun sus filósofos con sus maravillosas disquisiciones metafísicas, pudieron dar una respuesta satisfactoria a la misión de la existencia individual y colectiva de la humanidad. De hecho, algunos podrían poner en tela de juicio el que esa misión exista, porque el aceptar su existencia implica el aceptar también un orden universal o Ser Superior que dirige el destino de los hombres.
En este nuestro siglo XXI, observamos exactamente las mismas actitudes: avaricia, corrupción, incapacidad de continencia y escándalos y caídas, tanto de personalidades notorias como de ciudadanos comunes, por no saber o no querer controlar el impulso sexual, entre otras pasiones, defectos que en la Hélade, y posteriormente en Roma también, le atribuían incluso a los dioses. Se esperaría que, de acuerdo a la hipótesis de una evolución mental de la humanidad, que poco a poco se fuesen imponiendo los espíritus íntegros comprometidos éticamente, las Antígonas, las Eléctras, los Orestes, Edipos, etc. Pero no sucede así. Si bien sabemos hoy en día, de casos de verdadero heroísmo, de personas que se despojan a sí mismas, o incluso se juegan la integridad física, el patrimonio y la libertad en beneficio y defensa de otros, esto sucede cada vez menos en hombres o mujeres que ostentan posiciones de poder político, económico, social o cultural. En contraposición, los vicios no sólo se oponen, sino que parecen imponerse en la balanza con una ventaja arrolladora. Por ello la concepción generalizada entre los pensadores precristianos era que el hombre se hallaba inexorablemente al arbitrio del Hado, del destino, que era lo mismo que al capricho de los débiles y concupiscentes dioses del panteón pagano.
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros.”
Isaías 53: 4-6
Israel fue el pueblo elegido para salvaguardar la revelación divina para el mundo, e irlo preparando espiritual, psicológica y hasta geográficamente para que el Creador le proporcionara a los humanos la solución definitiva de sus cuitas perennes.
Por fin, Dios otorgaría a los humanos, manteniendo su libre albedrío (el término “libre albedrío” sólo debe usarse como concepto religioso; fuera de ahí, es pleonasmo), lo que sus más grandes filósofos, místicos, poetas y pensadores en general había buscado durante siglos: el sentido del sufrimiento humano, sobre todo la certeza del más allá, de la vida eterna, de la existencia de vida consciente después de la muerte del cuerpo. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3: 16).
Porque hasta ese momento, ni siquiera el misticismo y la cosmogonía del pueblo hindú, que siglos antes de Platón ya estaba imbuido de las dos grandes ideas, Dios y el alma, y que con intuición más que sorprendente, habían imaginado una triada o trinidad (Brahma, Visnú y Shiva), sombra y tipo de la verdadera; ni siquiera ellos habían podido dar respuesta satisfactoria a la gran incógnita del hombre.
“Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia”.
Epístola de San Pablo a los Colosenses 1: 24
Por fin, el hombre tenía la certeza de que había una razón para sus padecimientos, un sentido para el sufrimiento inevitable. Ahora iba quedando claro lo que durante siglos y milenios habían buscado con tanto anhelo los hombres del saber. Aquello que vagamente habían intuido egipcios, hindúes, Platón, Séneca, Virgilio…
“Él (Cristo) es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y el es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.”
Epístola de San Pablo a los Colosenses 1: 15-20
Saulo de Tarso (San Pablo), judío de judíos (Fil. 3: 5-7), maestro de la Ley, quien, entre otras cosas, tenía que saberse ¡de memoria! Toda la Torá, nuestro Pentateuco o también conocido como los libros de Moisés, los cinco primeros libros de la Biblia, perseguidor de los cristianos antes de su conversión, es ejemplo vivo de ese cambio, de ese parteaguas de la humanidad que fue la encarnación del Verbo divino.
“En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.
Juan 16: 33
Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.
raulgm42@hotmail.com


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