24 de Abril de 2024
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La crítica al gobierno
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2015-07-04 - 11:39
“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.”

Carta de San Pablo a los Romanos 13: 1-2

Es nuestro deber como ciudadanos con conciencia cívica el denunciar los errores, las acciones con mala intención o la corrupción que detectemos, con pruebas, en nuestras autoridades establecidas. Y que esas denuncias no se queden en pláticas domésticas, de café o de cantina, sino que sean llevadas a las instancias correspondientes con esas pruebas, o por lo menos hacerlas públicas por medio de los diferentes medios de comunicación.

Pero una cosa es la crítica constructiva, y otra muy diferente hacer del atacar por atacar al gobierno nuestro deporte, la justificación de nuestros propios defectos, o peor aún, nuestro negocio, nuestra manera de lucrar monetaria o políticamente. Hay personas que simplemente quieren hacerse pasar por “valientes” ante el populacho, denostando a quienes ostentan una posición de poder, sean funcionarios públicos u hombres de negocios “los ricos”. Los hay también quienes se encuentran individual y/o familiarmente en condiciones económicas deplorables por propias deficiencias y se justifican ante sí mismos y ante los demás cargándole toda la culpa al “malvado” gobierno. Y los hay también quienes pertenecen a partidos o grupos opositores al partido en el poder, que para justificar su existencia como oposición, buscan hasta por debajo de las piedras motivos para poder arremeter contra el gobierno; exageran ampliamente los males del país; ignoran las buenas acciones y medidas de la autoridad que las hay y más de lo que pensamos, aunque a veces quedan eclipsadas por la excesiva propaganda oficial, que frecuentemente produce el efecto contrario, pues luego ya no creemos ni aun lo que sí se hizo. Los hay quienes se deleitan en esparcir lo que son simples rumores, como si fuese la verdad probada y documentada, con tal de hablar contra el gobierno y contra los hombres de poder en general. Los hay enanos espirituales cargados de resentimiento y de aquel el más ruin de los sentimientos humanos: la envidia, que no es el simple y natural deseo de poseer lo que otro tiene, sino el odiarlo porque lo tiene; es más bien desear verlo caer tan bajo o más que nosotros. Y de ahí surge también una gran parte del encono contra el gobierno y contra “los ricos”. De hecho es de ese infame sentimiento del que se nutren grupos, organizaciones y partidos de izquierda.

“¡Mejor que Somoza, cualquier cosa!”, exclamaban los nicaragüenses en 1979, en la revolución que efectivamente acabó derrocando a la dinastía de los Anastasios. No sé si realmente les haya ido mejor con el nuevo mesiánico izquierdista Daniel Ortega a los compatriotas de Rubén Darío, pero lo cierto es que es extremadamente riesgoso tomar esa posición extrema. Y me viene a la mente el caso de Egipto, donde hace cuatro años, en la plenitud de la llamada “primavera árabe”, armaron también una revolución que derrocó a Hosni Mubarak, quien fue encarcelado en medio del júbilo popular. ¿Y ahora? Pues ya no ven la suya los egipcios en medio de las tenazas de la dictadura militar y los fanáticos musulmanes. Demasiado tarde se dieron cuenta de que lo único que tenían que reprocharle a Mubarak era el tiempo que llevaba en el poder (40 años), pero que en realidad ahí la llevaba en cuanto a la economía se refiere, y mantenía el orden y equilibrio entre los militares (Hosni Mubarak es general, héroe de la “guerra de los seis días” contra Israel), los musulmanes radicales y los moderados y los cristianos coptos. Además había demostrado tener tacto diplomático para sobrellevar una buena relación con los países occidentales, principalmente con Estados Unidos, y hasta con el estado de Israel, lo que se traducía en beneficios para el pueblo egipcio en general. ¿Mejor que Somoza (Mubarak), cualquier cosa? Aprendamos la lección y no exageremos exclamando “Mejor que ‘Somoza’ (el actual sistema), cualquier cosa (¿López Obrador, la izquierda?)”.

“Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea el rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien. Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos.”

Primera Carta Universal de San Pedro Apóstol 2: 13-15
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Adiós Jacobo.

El jueves dos amanecimos con la noticia del fallecimiento a los 87 años de edad del hombre que marcó toda una época en el periodismo escrito, de radio y televisión, Jacobo Zabludovsky.
Jacobo Zabludovsky Kravesky nació el 24 de mayo de 1928 en la ciudad de México. Sus padres, judíos oriundos de Polonia, habían llegado a tierras mexicanas dos años antes, en 1926.

Jacobo es de los pocos judíos mexicanos del que se puede decir que conoció la pobreza “… aunque nunca me faltó de comer ni un techo…” como él mismo dijera. Todo lo que logró en la vida fue por méritos propios y esfuerzo. Hombre extremadamente culto, desde niño devoraba libro tras libro. Recuerdo que cada vez que presentaba un nuevo libro en su noticiero 24 Horas yo corría a comprarlo, porque sabía que cuando presentaba una obra era porque él ya la había leído. Hombre refinado, educado (en todos los sentidos de la palabra), amable, formal y pulcro en su manera de vestir. Gran aficionado y conocedor de la fiesta brava y del tango.

Fue una delicia escucharlo el mundial de fútbol pasado, entreverar entre comentarios del fútbol en sí y del mundial de José Ramón Fernández, aspectos históricos y culturales de Brasil.

Por eso resulta una vergüenza que ciertos enanos mentales hayan protestado aquí en Xalapa porque la Universidad Veracruzana, merecidamente, le quería otorgar el doctorado honoris causa por su gran trayectoria en el periodismo. Lo que esos gusanos del intelecto le reprochan al licenciado Zabludovsky es el haberle sido leal a quien le daba de comer (pecado imperdonable para los izquierdistas), la empresa Televisa, y el haberle sido siempre fiel al presidente en turno (y aquí nos remitimos al tema original de este artículo). En fin, este hecho no disminuye para nada su grandeza; al revés.

Hombre sin vicios, relación eterna y fiel con su querida esposa Sarita, devoto y cumplidor en su religión judía, ejemplar padre de familia. Honor a quien honor merece. ¡Hasta siempre Jacobo!

Y hasta la próxima, si Dios lo permite.

Los contenidos, estructura y redacción de las columnas se publican tal cual nos las hacen llegar sus autores.


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