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Políticos: ni ángel, ni diablo
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2015-07-02 - 13:42

Ante tanto gobernador, alcaldes, regidores y legisladores que pronto tomarán posesión en sus cargos en poco tiempo, éste sería el momento de considerar que estilo de liderazgo ejercerán. Y aunque tenemos que reconocer que la esencia humana con frecuencia no es buena, ni ética, en el caso de los políticos mexicanos, tiene un reto adicional: el mismo entorno en que se desplazan los líderes políticos y sociales es un ambiente que promueve y facilita que los políticos asuman acciones y actividades ilegales, inmorales y anti éticas para poder cumplir con sus objetivos. Este es un problema sistemático y desde hace décadas se ha buscado resolverlo.
El libro de cabecera de la clase política mundial El Príncipe de Nicolás Maquiavelo, filósofo italiano del Renacimiento 1469-1527, es el que continúa promoviendo esa imagen del político dispuesto a hacer casi cualquier cosa para obtener y manejar el poder.
En esa obra, Maquiavelo pone sobre la mesa de discusión aquella parte de la naturaleza humana que con frecuencia rehusamos confrontar.
Aunque sus teorías se han convertido en una base del estudio de la ciencia política, ha sido también relacionada con el lado oscuro y negativo del ejercicio del poder, por sus teorías de la crueldad como vía para gobernar o apoderarse de un Estado. Maquiavelo plantea que la obtención y la retención del poder son el fin último y, por lo tanto, todo lo que sea necesario para lograrlo está justificado.
Pero también tiene consideraciones importantes acerca de lo que es la política, que es el poder y por ende cómo debería ser el liderazgo político.
Concluye Nicolás Maquiavelo, en El Príncipe: “la condición humana es ingrata, inconstante y cobarde, por lo tanto, es mejor que el Príncipe (gobernante), sea temido que amado”.
Al final de cuentas de lo que trata el liderazgo, o mejor dicho, un buen liderazgo, es simple y sencillamente el ejercicio correcto del poder (El Nuevo Príncipe Dick Morris explica: “el arte del liderazgo es mantener un impulso lo suficientemente adelantado como para controlar los acontecimientos y mover la política pública, sin perder el apoyo público”). Si Maquiavelo estuviera vivo hoy, aconsejaría el idealismo como el camino más pragmático.
Según Morris, uno puede satisfacer sus intereses y promover los intereses del electorado al mismo tiempo, aunque parecería un tanto ingenuo hacer tal afirmación.
Enrique Peña Nieto asegura que con el impulso al Sistema Nacional de Transparencia y el Sistema Nacional Anticorrupción, estamos “domando condición humana”, que propicia la corrupción, el Ejecutivo afirmó además que su gobierno tiene la firme convicción de llevarla por nuevo caminos, estableciendo parámetros, estableciendo límites, controles, obligando a la apertura y a la transparencia y el combate frontal, efectivo y real a la corrupción.
Javier Duarte de Ochoa fue muy claro y contundente como siempre e informó que como resultado del trabajo entre la PGR y la Fiscalía General del Estado las denuncias de hechos por corrupción quedaron sin materia al comprobarse la correcta aplicación de los fondos federales. Recordó que hubo denuncias de hechos que la Auditoría Superior de la Federación habría presentado ante la PGR, se habló de supuesto peculado, impunidad, desvío y sustracción indebida de recursos públicos federales para financiar campañas políticas, lo que resultó falso.
En lo que refiere Peña Nieto a la condición humana es toda una tesis. Tal tesis apuntaría a que los seres humanos somos natural y espontáneamente corruptos, por lo que es necesario domar esa condición humana.
El filósofo inglés Thomas Hobbes creía algo parecido. En su tratado Leviatán habla del “estado de naturaleza”. En ese estado, imagina Hobbes, los humanos actúan aisladamente obsesionados por su propio placer, intereses y preservación. Su única motivación es un deseo permanente e insaciable de acumular poder, deseo que solo cesa con muerte.
El estado de naturaleza lleva al hombre a una competencia sin fin y a veces violenta.
En él, no hay confianza ni colaboración. Sólo lucha de individuos, y conflictos entre sus intereses. Egoístas todos, todos quieren para sí el mayor provecho.
Así es que, síntesis extrema que espero me disculpe el señor Hobbes, la solución es la existencia del Estado, producto de un acuerdo social en el que todos ceden un poco en sus libertades en pro del beneficio común.
Pero, dice Hobbes los pactos que no descansan espadas no son más que palabras.
Por ello debe haber un poder que vigile el cumplimiento del acuerdo, que sancione a quienes lo violen, que esté atento a que nadie se beneficie de la transgresión a los términos del acuerdo.
Juan Jacobo Rosseau tiene otra hipótesis. Para él, el ser humano es el buen salvaje, inocente por naturaleza, que vive en armonía con sus prójimos y que se ve alterado, deformado, corrompido, por las prácticas sociales. Así, los vicios y otros males humanos son producto de la sociedad en la que se desenvuelve el individuo.
¿Somos corruptos por naturaleza o la sociedad en la que vivimos es la que nos corrompe?
El presidente Peña Nieto habló de la condición humana y la necesidad de domarla. Es claro que, para él, el ser humano tiende a la corrupción y, en un sentido más amplio, a la búsqueda de sus propios intereses sin que le importe el costo o el daño social.
Existe en efecto, este tipo de seres humanos, pero no todos encajan en ese estereotipo.
¿Nace el ser humano predispuesto al egoísmo, la maldad, la corrupción?
Creo que la sociedad modela a sus individuos con independencia de que, hipotéticamente, algunos tengan predisposición genética a la maldad y otros no. Basta una ojeada a las diversas culturas del mundo para darnos cuenta de que en ellas sus individuos creen, sostienen, afirman, castigan o premian lo que cada sociedad enseña.
Pareciera que ante adultos formados o deformados, pero consumados ya como seres humanos, hay que aplicar la doma de la que habla el presidente Peña Nieto, y no será necesario a todos, desde luego.
Pero entre los mexicanos hay seres humanos en desarrollo, millones hoy, que requieren de una formación axiológica, con valores firmes, generosos, respetuosos de los derechos de los otros y orientados al bien colectivo.
Básicamente hay dos razones por las que los seres humanos no delinquen, son éticamente responsables y llevan una conducta social apropiada: o por principios o por miedo al castigo.
Trabajemos hoy para que nuestros adultos de mañana sean amables, productivos y respetuosos de los derechos de todos por una convicción basada en principios. Y trabajemos también por aquellos que no sean guiados por principios, sino por miedo a sanciones efectivas, tengan también que optar por el camino del bien.

Los contenidos, estructura y redacción de las columnas se publican tal cual nos las hacen llegar sus autores.

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