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LA VARITA MÁGICA
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2015-05-26 - 08:57
Inmersos estamos en la mentira. La ciudad y los medios se han transformado, en cosa de semanas, en un circo de magos y payasos que buscan embelesarnos con sus engañifas. “Escúchame”, gritan allá, “no te dejes convencer”, aúllan aquí, “mi promesa de futuro es más cierta”, recitan cada 20 minutos.

Las campañas van subiendo de tono y agresividad. Se han apoderado de las bardas, los espacios radiofónicos y televisivos, los minutos verdes de la pantalla de cine que todos abuchean. ¡Elígeme!, exigen con su mejor sonrisa, “ofrezco la solución mágica a todos tus problemas”, “saldrás del atraso, la marginación y la tristeza”, “conmigo progresarás, con ellos seguirás enajenado, sometido, encadenado”. “¿No escuchas mi jingle?, es la promesa del futuro”. “Redímete, renuncia a la ineficiencia de los que están, vota por mí”.

Y encima el arte del “photo-shop”: retratos de estudio con el candidato (o la candidata) desde luego que sonrientes, perfumaditos, sin corbata (no sea que los vayamos a confundir con los hombres de la patronal), desarrugados y con la mirada transparente, promisoria, fraternal. “Soy como tú”, parecen decirnos, fresco, casual, disponible. ¿No ves la varita mágica con la que haré de este lodazal un vergel? “Se acabará la violencia, la corrupción, la ineficacia”. Tú dame el voto y ponte a esperar.

Nunca habían sido tan cínicas las promesas de campaña. Tan vanas, tan irresponsables, tan inverosímiles. Como si la presencia del diputado Martínez, o Hernández, fuera a transformar el futuro de la Patria. O el alcalde Pedro, o Juan, fueran a tener una actuación distinta a la del actual Tomás. Son lo mismo (con camisa de distinto color) interesados sólo en medrar con los moches de la contratación pública, la administración de las cuentas del erario, y la auto-asignación de sobresueldos de escándalo. Eso es lo que quieren (todos) y no otra cosa.

Desde luego que permanecen los asuntos de la ideología. “Somos el pueblo mismo”, “somos la garantía de la honradez”, “somos eficaces desde siempre”. Somos, somos, somos… Es el principio de la invención de los partidos políticos. Es decir, “partidos” porque no representan el todo, sino sólo una parte, (la parte de su partido, para que se entienda) y creen que su oferta de gestión pública es la más conveniente.

Salvo en los países de partido único (Norcorea, Cuba, China), las democracias participativas no son tan distintas. Véase el caso de España en el domingo pasado. Allá los partidos “tradicionales” han sido vapuleados por las formaciones de nuevo cuño, como Podemos y Ciudadanos, que han venido a refrescar el enrarecido medio político peninsular.

Aquí no tardará en manifestarse un fenómeno similar. Con el hartazgo de la sofocante triangulación del PRI-Verde, el PAN y el PRD-Morena, la ciudadanía no ve un horizonte distinto de verdadera transformación. Casi no hay por quién votar, pero es necesario hacerlo. Ningún candidato es garantía de nada y todos mienten a la hora de promocionar su fórmula electoral. Creerán que somos tontos, o peor aún, borregos.
La tentación de anular el voto es grande. O lo de siempre, no acudir a la urna para incrementar la afrenta del abstencionismo. Está en la conciencia de cada quién, pero la duda es grande, y tentadora.

Nadie hubiera imaginado que la transición democrática mexicana sería para esto. La hegemonía dictatorial “perfecta” del PRI durante seis décadas llegó a término en el año 2000, cuando la elección de Vicente Fox como presidente de alternativa, se dijo, pero que en los hechos siguió operando más o menos igual. El feudo perredista del DF tampoco ha sido muy distinto de los tiempos anteriores, así que no se puede esperar más que una cierta corrección paulatina que mejore la transparencia administrativa, la contención creciente a las mafias apoderadas de medio país y una mejoría cierta de la calidad de vida de la población menos favorecida.

Lo otro, desafortunadamente, no existe. ¿O sí? ¿Dónde, pues, está la varita mágica que tanto esgrimen nuestros desaforados candidatos?

Los contenidos, estructura y redacción de las columnas se publican tal cual nos las hacen llegar sus autores

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