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LA FASCINACIÓN DEL SUICIDIO
Raúl González Martínez
2014-10-18 - 10:44
Esta semana nos enteramos por Oye Veracruz, de la impactante noticia de que en un lapso menor de 12 horas se registraron tres suicidios en Xalapa y Coatepec. Dos se ahorcaron y el otro se tomó una sobredosis de medicamentos. Ninguno dejó carta póstuma, como el 90 por ciento de los que se quitan la vida, según las estadísticas.
Según datos del INEGI y de otras organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, el estado de Veracruz sigue la tendencia mundial en aumento considerable en el porcentaje de suicidios; y lo que es más lamentable, en los últimos tiempos el fenómeno se ha extendido a los niños y personas de la tercera edad, sectores que antes no se consideraban como significativamente vulnerables.
Dice Ángel Ceballos Ponce, investigador del Instituto de Medicina Forense (Imefo), que es mayor la ocurrencia de suicidios en hombres, aunque las mujeres lo intentan el doble de veces.
Pues si cada cabeza es un mundo, me atrevo a decir que en los millones de suicidios que ha habido a través de la historia y en todo el mundo, no hay dos casos iguales en motivos, circunstancias y formas. Sin embargo, psicólogos, psiquiatras y demás expertos en la materia, han buscado patrones comunes que pudieran ayudarnos a entender el proceso mental que lleva a las personas a tomar la decisión de atentar contra su vida, y así poder evitarlo en los casos que sea posible.
Entre las principales causas que nos dan a conocer los estudiosos del tema, se encuentran problemas familiares y económicos, conflictos con los padres (en el caso de los jóvenes), sentimientos de venganza, decepciones amorosas, consumo de alcohol, desempleo, depresión, enfermedades graves e incurables. Pero todo esto puede resumirse en que el porcentaje de suicidios se incrementa a la par que se van perdiendo los principios y valores morales.
Recientemente llamó la atención del mundo el caso del famoso actor Robin Williams. Él, poseyendo decenas de millones de dólares, simplemente decidió colgarse en una habitación de hotel. Claro que en su caso tuvo mucho que ver su consumo de alcohol. Empero, no deja de llamar la atención el hecho de que muchas personas se desviven y hasta caen en actos de corrupción por incrementar su nivel económico, pero este actor, teniendo ya lo que cualquiera desearía tener materialmente hablando, cientos de millones de pesos, simplemente decidió que la vida ya no le sabía, que lo mejor era acabar con todo de una vez. Y, materialmente hablando, no había deseo o capricho que no pudiera darse con todo lo que tenía.
Me viene a la mente también el caso de la bellísima actriz checoslovaca-mexicana Miroslava Stern, que en 1955, en la plenitud de su juventud, belleza y popularidad, se autoinmoló por el amor no correspondido del matador español Luis Miguel González “Dominguín” (papá de Miguel Bosé).
¿Qué tan dolorosa es en determinado momento una decepción amorosa para que una persona como esa hermosa actriz, que tenía todo lo que cualquier mujer en el mundo quisiera tener, decidiera irse de este mundo cruel?

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Desde la tradición griega y romana existe en la milicia el suicidio como manera extrema de conservar el honor. Esto es cuando se ha cometido una falta grave o cuando se ha caído en manos del enemigo, para evitar que al ser torturado se vaya a traicionar a los suyos. En este último caso el suicidio se convierte hasta en algo heroico.
Cuando en la Segunda Guerra Mundial se descubrió que el general alemán Erwin Rommel había participado en una conspiración contra el gobierno, Hitler, que hasta ese momento había estimado mucho al militar, le puso la pistola sobre el escritorio y le dijo que tenía dos opciones: ser juzgado, deshonrado y fusilado, o “irse” con honor. El gran “zorro del desierto” no lo dudó; se pegó un tiro en la sien.
Pero el suicidio conlleva, por donde lo queramos ver, en el fondo, el deseo de que todo acabe de una vez. Por eso es que el quitarse la vida constituye un problema para los que creemos que hay vida consciente después de la muerte, para los “creyentes en otro mundo” y los “despreciadores del cuerpo”, como nos llama Nietzsche despectivamente.
El cristianismo se opone rotundamente al suicidio. Para los cristianos el quitarse la vida es un pecado equivalente al homicidio intencional. Los cristianos debemos soportar el dolor, el sufrimiento, como Cristo soportó con resignación la tortura y muerte en la cruz, en aras de redimir a la humanidad. Tal vez a algunos les parezca simplista el decir que la solución del problema del suicidio es la fe, pero así es.

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El suicidio y la literatura. Disertar sobre el tema del suicidio en la literatura universal implicaría escribir libros y libros, ¡qué digo libros!; enciclopedias y enciclopedias. Por eso en estas breves líneas prefiero enfocarme, saltándome a los grandes trágicos griegos con su permiso (que tienen muchísimo que decir acerca del suicidio), en el señor de señores de la literatura universal: William Shakespeare.
El bardo de Avon tenía tal fascinación por la muerte y el suicidio, que rayaba en la necrofilia. Sus biógrafos comentan que sobre su escritorio tenía una calavera real, para que le recordara siempre al escribir lo efímero de la vida. “¡Shakespeare inventó la vida!”, suelen decir los ingleses; y yo le agregaría que la muerte también.
Las tragedias en que William Shakespeare desarrolló el tema del suicidio son Macbeth, Otelo, Hamlet, El rey Lear, y por supuesto, Romeo y Julieta.
Lady Macbeth no soporta el remordimiento y se suicida; Otelo se quita la vida después de matar por celos a su esposa Desdémona; en Hamlet, Ofelia se suicida ahogándose en un río; en El rey Lear, Goneril se suicida después de envenenar a Regan; y Julieta, aquella sublime y valiente feminista de 14 años, que se enfrentó a todo y a todos, se hace el harakiri cuando ve suicidado a su Romeo.
Pero con excepción de quienes lo hacen por el dolor físico causado por una enfermedad o el caso del militar capturado por el enemigo, me parece que el error consiste en eternizar el momento del sufrimiento en nuestra mente, y olvidar que el tiempo cura cualquier herida.
Llevémosla tranquila; en México y el mundo también ocurren cosa buenas; en la vida hay cosas bellas también. Y hasta el próximo sábado, si Dios lo permite.

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