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BUSQUEMOS OTRO PLANETA
Fernando Padilla Farfán
2014-08-20 - 10:53
Profundizar en el conocimiento de cómo están las cosas en nuestro planeta, con facilidad se pasa de la preocupación a la angustia. Los datos, las cifras y los ejemplos, resultan verdaderamente aterradores.
El calentamiento global está generando mucha preocupación. Demostrado está que los glaciares se están derritiendo, que el mar dentro de no muchos años podría elevarse seis metros sobre el nivel actual; pero cuando nos dan referencias tan cercanas, como que las paredes de hielo de nuestro majestuoso y monocromático vecino, el Pico de Orizaba, continúan deshielándose; que diversos animalitos e insectos que eran propios de tierra caliente y que están emigrando a lugares menos cálidos porque en las zonas bajas ya no aguantan el calor; y que a los ríos que bajan del Pico de Orizaba para llevar agua a Puebla, Zongolica y Orizaba, están disminuyendo sus caudales de manera vertiginosa, todo esto nos coloca en una profunda inflexión de culpabilidad, porque todos somos responsables de lo que podría ser nuestra propia extinción.
Hablar del tema del calentamiento global por su crudeza, es escalofriante. La forma de vida que nos está otorgando la civilización está llevando al planeta a una sobreexplotación que está ocasionando que la temperatura se eleve en todo el mundo, acarreando severos daños al ecosistema.
Para dimensionar el tamaño del problema, por si dudamos que el daño no lo estamos ocasionando nosotros en lo individual, baste decir que nuestros hábitos, lo que hacemos a cada momento, multiplicados por 6 mil 750 millones de seres humanos que vivimos en este mundo, serán la causa de que nuestros hijos y nietos padezcan, en muy poco tiempo, tal vez 30 años, las consecuencias de un planeta en estado de crisis.
Una de las principales fuentes de contaminación es el excesivo uso de los combustibles de origen natural, que usamos en vehículos que nos transportan. A manera de ejemplificar baste con observar el uso irracional de los vehículos: en ellos vamos a la tienda de la esquina por compras a granel; llevamos a los chicos a la escuela así esté a 4 o 5 cuadras; ya no caminamos. En época de calor, mientras esperamos a alguien optamos por permanecer encerrados en el vehículo con el motor encendido y el clima funcionando.
Focos y televisores encendidos mientras estamos en otras áreas de la casa. El calentador de agua eléctrico o de gas jamás lo apagamos. Igual con la radio, la computadora o el clima artificial de la casa. Bueno, pues todos estos descuidos le cuestan a la atmósfera el 50 por ciento de la contaminación por bióxido de carbono. Por lo tanto, la temperatura en las ciudades se eleva entre 4 y 5 grados centígrados en relación a su entorno.
Pero no toda la culpa es de la sociedad civil. De acuerdo con lo que nos dicen los expertos, el gobierno carece de políticas públicas ambientales adecuadas. En el país existen prácticas nocivas de algunas autoridades que demuestran la falta de cultura ecológica y de políticas adecuadas para cuidar y conservar el medio ambiente. Por ejemplo, un presidente municipal de un municipio de la costa del Golfo de México, diariamente tiraba siete toneladas de basura en una laguna del lugar, a pesar de que estaba considerado un atractivo turístico alterno a la playa.
Éste no es el único caso. En gran parte de los estados de la república mexicana hay una gran cantidad de tiraderos a cielo abierto y un sinnúmero de fuentes de contaminación. Tan sólo en Veracruz, por mencionar uno, en su territorio hay mil 600 tiraderos de basura a cielo abierto. Entre 2000 y 2007, en esta misma entidad hubo 736 derrames de petróleo. Todos los ríos en Veracruz tienen un grado de contaminación. A la fecha los talamontes han acabado con el 75 por ciento de los árboles del Cofre de Perote. Se estima que antes de 15 años habremos acabado con todos los bosques de la Tierra, a pesar de sus consecuencias letales. Cuando se corta un árbol, se quita la humedad, desaparece el agua, los suelos se erosionan, las sequías se incrementan y el calentamiento se eleva.
Los datos que ponen nuestras barbas a remojar son: 50 mil muertos en Europa por una inesperada ola de calor en 2003, y en 2009, una imprevista ola de frío que mató a mil en el norte de Estados Unidos.


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