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LA BASURA NO SIEMPRE FLOTA
2014-04-05 - 11:53
¿Alguien se sorprendió porque finalmente cayera en desgracia Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre? Nadie puede sorprenderse por una conducta, la contratación de muchachas que “trabajaran” en su entorno, cuando las acusaciones sobre abusos sexuales se han presentado, por lo menos, desde 2003. Apenas el 22 de mayo pasado presentamos en el programa Todo Personal de Proyecto 40, los testimonios de jovencitas que sufrieron abusos por Gutiérrez y su gente. Días después recibimos una amenazadora carta suya, diciendo que deberíamos dirimir en tribunales las ofensas que le habíamos hecho a él y a “su instituto político”. Toda esa historia, con más testimonios, volvió a salir al aire el 11 de junio del año pasado.
La pregunta es por qué ahora cae Gutiérrez, más allá del muy buen trabajo periodístico que le terminó dando la puntilla. Y para saberlo hay que recordar algunas historias. Una de ellas comenzó con el padre de Gutiérrez de la Torre, líder de los pepenadores en Iztapalapa y en otros puntos de la ciudad. Cuenta el periódico español El País en marzo de 1987: “Fue el 14 de febrero, Día de los Enamorados, cuando Martha García, de 29 años, esposa del asesinado, con quien tenía cuatro hijos y un quinto adoptado, tomó la decisión de asesinarle. Para ello se puso de acuerdo con sus hermanos y el autor material del crimen, Juan Carlos Roque, de 26 años. Tuvo dificultades Martha para abandonar la suntuosa casa, donde vivía prácticamente como una prisionera. Su marido no la dejaba salir, ni siquiera para asistir al velatorio de uno de sus hermanos, y esto, más los abusos sexuales cometidos con una sobrina de 16 años, fue la gota que hizo rebosar el vaso… Rafael Gutiérrez, ‘Rafa', que durante 20 años fue el líder de los pepenadores y alcanzó incluso un escaño de diputado por el PRI en el sexenio del presidente José López Portillo, nació entre la basura, allí amasó su fortuna y encontró la muerte a los 54 años. El líder pepenador sobornaba funcionarios, corrió a los campesinos para edificar una residencia de cuento de hadas en dos kilómetros cuadrados de terreno, se puso brillantes en los tres dientes del frente, violaba a cuanta mujer encontró a su paso y tenía como ambición, de machista, tener 180 hijos”. Un objetivo que no alcanzó: apenas tuvo 26 hijos; Cuauhtémoc es uno de ellos.
Pero casi al mismo tiempo de la muerte de ‘Rafa’, se da otro proceso. Aparece en el horizonte el desarrollo de Santa Fe. En un terreno ocupado por pepenadores que trabajaban sobre minas de arenas y un gran tiradero de basura, se gestó el desarrollo inmobiliario más dinámico y costoso de la ciudad de México.
Después del terremoto de 1985, Manuel Camacho tuvo la responsabilidad de encabezar el proyecto de reconstrucción de la ciudad de México. El ahora senador perredista fungía entonces como secretario de Desarrollo Urbano y Ecología, y esos trabajos los realizó vía una empresa paraestatal llamada Servimet, que hasta entonces sólo se había ocupado de labores urbanas menores. La mano derecha de Camacho en el DF fue Marcelo Ebrard y su gran operador financiero, el verdadero creador de Santa Fe, fue Juan Enríquez Cabot, designado director de Servimet.
La idea era sencilla: sobre los basureros a cielo abierto, en terrenos que no tenían casi ningún valor comercial, se edificaría el polo desarrollo económico más grande de Latinoamérica, en un acuerdo entre funcionarios y desarrolladores. Esos contactos empresariales provenían de Enríquez Cabot. El padre de Juan Enríquez fue Antonio Enríquez Savignac, un ex secretario de Turismo que desarrolló Cancún, entre otros centros vacacionales. Emulando Cancún surgió la idea de Santa Fe.
Entre 1990 y 1994, comenzó la compra de terrenos que por ser de un basurero, fueron adquiridos a precios bajísimos. De allí provino una antigua alianza de ese grupo político, de Camacho y Ebrard, con los líderes de los pepenadores, entre ellos el propio Cuauhtémoc Gutiérrez y su madre Guillermina de la Torre, que había sido, luego de la muerte de Rafael, la que heredó el imperio que luego pasó a su hijo. Esas alianzas persisten hasta el día de hoy. Por eso Gutiérrez de la Torre pudo ser líder juvenil del PRI, asambleísta, diputado, candidato a senador y ahora presidente del PRI-DF, a pesar de sus alianzas con sectores del PRD, sobre todo en Iztapalapa, donde apoyó a Clara Brugada, o en la ALDF, donde fue un activo respaldo para Marcelo Ebrard.
Su caída, entonces, se da cuando el PRI, de regreso en el poder federal, comprobó que no podrá competir en 2018 como lo hizo en 2012, con una ciudad de México perdida de antemano, sin dirigentes ni líderes representativos. Y se da también en el momento en que su viejo aliado, Marcelo Ebrard, está enfrentado con su partido y con el gobierno capitalino. Ya no son necesarios ni Cuauhtémoc, ni su dinero, ni sirven sus alianzas. A partir de allí se pudo develar una verdad que todos conocían y la mayoría prefería ignorar.

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